Fuente: El Postigo de Tías
Por Juan Cruz Sepúlveda
Las parteras y el milagro de la vida
Hasta bien entrados los sesenta, el deficiente sistema sanitario provocaba que la función vital de asistir a una parturienta se hiciera en las propias casas de forma natural, asistidas por la propia familia y por las parteras. Estas mujeres, experimentadas en estos delicados quehaceres, ayudadas de sus propias manos, experiencia y buena voluntad, hacen que multitud de generaciones hayamos llegado al mundo asistidos por ellas.
En Arrecife residía una matrona profesional y oficial a las que pocas personas del exterior de la capital tenían la oportunidad de llegar al edificio de la maternidad o requerir sus servicios, dadas las dificultades de traslados y la premura que se requiere al presentarse una situación de parto.
Por ello, el papel de las parteras en los pueblos bien merecen unos renglones para tan vital papel que jugaron en nuestras vidas. Joaquina Rodríguez asistió a innumerables parturientas en el pueblo de La Tiñosa. Luego, su nuera Teresa Rodríguez continuó con estos menesteres, al igual que Francisca Lemes en El Mesón y Carlota Fajardo en Tegoyo, Apolinaria Montelongo en Las Cuestas y Frasca Cabrera en el Hoyo del Agua. Son algunos de los nombres de estas facilitadoras de la vida hasta que, a partir de los años setenta, con las mejoras de las condiciones de vida en general, ya se hace más factible acudir a un centro sanitario para dar a luz.