Fuente: El Postigo de Tías
Por Juan Cruz Sepúlveda
Tomás Hernández y Victoria González (11 hijos)
Los Hernández González son otra de las familias numerosas que residen en La Asomada y que, junto a las otras tres existentes, justificaban con sus hijos la presencia y necesidad de un maestro de escuela en La Asomada a mediados de los cincuenta. Con estas cuatros familias y otras más garantizaban la ratio suficiente, para que en este pueblo se construyese una de las primeras escuelas públicas.
Tanto Tomás como Victoria no pudieron asistir a la escuela en su niñez y tuvieron que aprender las cuatro reglas y cuatro letras con algún allegado, en los escasos ratos libres que el trabajo en el campo se lo permitía. Tomás había pasado siete años largos de cuartel y Guerra Civil. Se habían conocido en un baile de timple, guitarra y candil. Victoria, con apenas veinte años, y Tomás, con los treinta cumplidos, contraen matrimonio y fijan su residencia en La Asomada. Ambos trabajan duro en la zafra de tomateros, descabezando cebollas, podando parras, cargando uvas a camello para los lagares, mosto para las bodegas. Tomás era un buen marchante y era requerido para la matanza de cochinos o cualquier clase de res.
Los Hernández eran beneficiarios de la fuente de los Pobres y les tocaba el turno de los sábados. Desde allí bajaban el agua en barricas o en garrafones para el uso domés tico. En los años difíciles de posguerra se aprovisionaban con gofio de la molina de García o de Ferrer, y acudían con la cartilla de racionamiento a por aceite, azúcar o fideos a la tienda de don Juan Rodríguez, en Mácher.