Fuente: El Postigo de Tías
Por Juan Cruz Sepúlveda
El negocio pronto, ante la buena acogida, se extiende a La Tiñosa. En un primer momento se proyecta en un almacén de empaquetado de tomates, sirviendo las cajas como sillas para los entusiasmados espectadores. Primero fue el almacén de Cabrera, junto a don Federico el Cartero; luego el de don Carlos Díaz, donde hoy se ubica el Centro Cívico El Fondeadero; y por último en el almacén propiedad de la familia Curbelo, próximo a la Casa Roja.
Además de las incomodidades de los locales, los promotores tenían que afrontar adversidades variadas. Las cintas de una sola banda se partían con facilidad. La ausencia de luz eléctrica en los pueblos se suplía con grupos electrógenos de pesados y ruidosos alternadores de corriente. En días de lluvia, cuando se mojaban las escobillas, no se podía proyectar. Y no digamos nada cuando algún gracioso, conocedor del defecto, meaba sobre las escobillas o sobre las bujías del motor.
A mediados de los sesenta el negocio está consolidado y ya se ha extendido por otros lugares