Historia

Publicado: 10 mayo, 2015 en Cine

Fuente: El Postigo de Tías
Por Juan Cruz Sepúlveda

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El cine en la década de los sesenta constituía una de las escasas alternativas de diversión en una sociedad rural como la del municipio de Tías. Aún cuando las películas se mostraban mutiladas por la censura de la época, en cualquier caso lograban emocionar a unos espectadores ávidos de historias diferentes a las cotidianas, y lo conseguían incluso con Marcelino pan y vino y las cintas donde intervenían estrellas del momento, como Marisol y Joselito.


Sus historias provocaban tanto atragantamientos de tristeza como felicidad y ganas de cantar, propiciando el aprendizaje espontáneo de las canciones propias de los momentos más animados.

En las películas del oeste la audiencia siempre se ponía del lado de los pistoleros y en contra de los indios, respiraba cuando llegaba el Séptimo de Caballería y los Pieles Rojas salían despavoridos. La presencia de Manolo Escobar en Un beso en el puerto, tolerada para mayores de catorce años, supuso un trauma para quienes no alcanzaban la edad requerida y se la perdieron. Las de humor, las de Paco Martínez Soria, las brutalidades de las de romanos, las del Zorro y sus marcas (…) La variedad de historias del celuloide agitaban las aguas mansas de la monotonía y de la existencia tranquila del pueblo.

El séptimo arte se estrenó en Tías allá por 1957. Ocurrió gracias al empeño del cura de Yaiza, quien los domingos por la tarde proyectaba en 16mm en el local habilitado de la Sociedad Vieja de Tías, propiedad de Rafael Cedrés. Esta actividad se prolongó hasta bien entrado el año 1961.

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