Fuente:
Archivo de: Óscar Torres Perdomo y Jesús Perdomo Ramírez
Pregón de las Fiestas de San Pedro
Mácher 2006
Por: Juan Parrilla Medina
Señor Alcalde, dignísimas autoridades, estimados convecinos:
Con cierta sorpresa recibí la invitación para pregonar este año de 2006, las Fiestas en honor de San Pedro, patrono de nuestro querido pueblo de Mácher.
Mi reacción fue, en un primer momento, declinar la invitación toda vez que no me sentía preparado para acometer este difícil reto, máxime teniendo en cuenta mis limitadísimas dotes literarias. De otra parte, este desafío me atraía, ya que no siempre se tiene la oportunidad de expresar y transmitir a nuestros convecinos recuerdos y vivencias acumuladas a lo largo de una vida, así como manifestar su opinión sobre los cambios que a través de los años van modelando y transformando los pueblos. Además es muy difícil negarse a participar y colaborar en los aconteceres de la comunidad de la cual, uno se siente miembro.
Son tantas las vivencias y tal el cúmulo de sentimientos experimentados en el momento de redactar mi pregón que, se me viene a la mente aquella frase del humorista que dice: “Me siento como aquel sultán que, cuando cumplió veinticinco años, le regalaron quince hermosas esposas…es decir, sé lo que tengo que hacer, pero no se por donde empezar”.
Bromas aparece; ha sido tan enorme la transformación sufrida por nuestro querido pueblo, bajo diferentes puntos de vista tales como el humano, social y urbanístico que, no es fácil tarea describirlos, al menos, con un mínimo de coherencia.
Para tratar de comprender este fenómeno propongo que nos hagamos todos, la siguiente pregunta: ¿Cómo éramos y como somos en la actualidad?
Si queremos contestarla, no nos queda otra alternativa que la de situarnos en el pasado, no muy lejano, por cierto, y hacer memoria sobre como era la realidad que se vivía hace treinta años, pongamos por caso.
Todas las personas que en la actualidad superen los cuarenta años recordarán un pueblo de Mácher dedicado mayoritaria y casi exclusivamente, a una agricultura de subsistencia, la cual como su nombre indica, no prometía un futuro muy halagüeño en cuanto a mejoras económicas ni de bienestar social se refiere.
En este ambiente rural, y a pesar de las muchas limitaciones y carencias, la vida transcurría de forma apacible y armoniosa, marcada por el cielo natural agrícola: siembra-recolección. A pesar de las penalidades económicas, esta circunstancia apenas se dejaba entrever entre los habitantes, quizá haciendo bueno el dicho de que: “No es más rico el que más tiene sino el que menos necesita.”
Esta actitud, junto con un alto sentido de la solidaridad, respeto mutuo y confianza ciudadana, convertía a este barrio en una comunidad plena de armonía y buen vivir.
Prueba de lo anterior y sirva como ejemplo, la casi total ausencia de cerraduras en las puertas de los domicilios, permaneciendo estos abiertos a cualquier hora del día o de la noche, dispuestos para recibir al vecino necesitado o permitir la casi cotidiana visita. De otra parte destacaba, como ya hemos indicado, el aspecto solidario y colaborador de los ciudadanos, donde cualquier alegría o percance acaecido en el pueblo se asumía como propio, siendo el mismo, motivo de regocijo o desazón para la totalidad de los habitantes.
Ante el hecho de la casi total ausencia de organismos que financiaran, tutelaran y dirigieran las iniciativas sociales surgidas (a excepción de la Iglesia), hacía que los vecinos se movilizaran para sacar adelante sus propios proyectos, lográndolo mediante el esfuerzo individual, económico y de desinteresada participación.
¿Cómo no recordar aquellas sencillas, pero al mismo tiempo entrañables celebraciones festivas: Navidad, Novenas de Mayo, Carnavales, San Pedro?.
Era aquí, en mi opinión, con estos actos se reforzaban los lazos de fraternidad y colaboración ciudadana. Logrando de esta manera unos resultados excelentes. Prueba de ello es, la alta notoriedad y relevancia que llegaron a alcanzar la fiestas de San Pedro, contándose entre las más importantes de la Isla, siendo especialmente famosas sus carreras de caballos; acudiendo bestias y jinetes de otras localidades para tomar parte en las competiciones. La gran abundancia de ventorrillos y la total ausencia de amplificadores de sonido, ruido de automóviles, u otros elementos perturbadores, permitían la presencia de alegres parrandas, las cuales ofrecían a los parroquianos la posibilidad de “arrancarse” con un cantar improvisado o preparado ex profeso para la ocasión.
Frecuentemente, la euforia del momento, añadida a la ingestión del algún “vasito de mas”, desembocaba en alguna que otra “agarrada”, entre los clientes de algún ventorrillo, a la cual ponía pronto final, la diligente y contundente intervención de Rafael el Guardia, sin apenas perturbar el desarrollo del festejo
También son de destacar los afamados bailes celebrados en el Casino de Emilio, amenizados por las siempre alegres orquestas Lira y Lido, comenzando por la tarde con el “asalto” para la juventud y continuando por la noche con el propio baile para mayores.
Como complemento a los actos de la fiesta, no podían faltar las películas que “echaba” el cine de Don José el Cura, para regocijo de chicos y mayores, a pesar de los continuos cortes en la proyección, debido casi siempre, al mal estado de la película o a que la ágil mano de Don José, se interponía entre el proyector y la pantalla, con el piadoso propósito de ocultar una escasa considerada por él, como muy escabrosa o poco conveniente, para los ojos de los resignados espectadores.
Otro acontecimiento destacado de estas fiestas, bajo el punto de vista humano que, quiero resaltar aquí, era la reunificación familiar que se producía año tras año, con la finalidad de compartir fraternalmente el sabroso puchero demás productos de derivados de “la matanza del cochino” que, casi unánimemente se producía por estas fechas en cada hogar, sin olvidar, por supuesto, el sabroso pan casero y el sempiterno bizcochón, horneados de forma casi ritual para el evento.
Es para mí particularmente entrañable, el recuerdo de aquellas “Comisiones de Fiestas”, las cuales tenían a su cargo la organización de los diferentes actos que constituirían los festejos: confección de las ruidosas y poco resistentes banderitas, limpieza y pintura de la ermita, construcción de ventorrillos, corte de palmeras y enramado de los caminos etc., y como no, solicitar de los vecinos la correspondiente contribución económica para sufragar los gastos que, aunque no muy elevados, siempre se ocasionaban.
Hay otro acto festivo que mantengo aún fresco en mi memoria con especial añoranza, cual es el de los Ranchos de Pascua. Primero, los ensayos, en la “Cantina de la punta,” convirtiéndose estos las más de las veces, en prácticas de “levantamiento de vaso” que en la planificada práctica musical. Lo importante era que el rancho estuviese preparado y a punto para el esperado debut en la Misa de Navidad y posterior ronda casa por casa, a fin de degustar las riquísimas truchas, mantecados, vinos y mistelas que de forma unánime se nos ofrecía, a cambio de nuestras, no muy afinadas “contradanzas”. Esta ceremonia debía realizarse teniendo especial cuidado en no pasar por alto ningún domicilio, bajo pena de agravio por parte del vecino en cuestión.
Mácher, ha crecido de forma rápida, transformándose, como hemos comentado anteriormente en una zona residencial, acogiendo nuevos vecinos llegados desde otros lugares del Estado e incluso de otros países, aportando nuevas culturas y formas de entender la vida, pudiendo estas nuevas influencias, redundar en un enriquecimiento cultural del pueblo. Esta nueva etapa no está exenta de riegos para nuestra comunidad, existiendo la posibilidad de pérdida de identidad, debido a la influencia de culturas foráneas, siempre y cuando no sepamos adaptarnos a los nuevos retos que se nos plantean. Por esta razón es de vital importancia no perder de vista los valores y tradiciones heredados de nuestros antecesores.
De otra parte, la salvaguarda de estos valores parece asegurada, debido al respeto que todavía se mantiene vivo, entre la mayoría de los miembros de la colectividad local, por nuestras tradiciones, manifestadas a través de diferentes actos culturales que aún permanecen en plena vigencia, pensados y promovidos estos, por las propias gentes del pueblo. Baste recordar algunos de ellas, tales como: la tradición teatral, ranchos de Pascua, por cierto últimamente galardonados, así como el ya imprescindible “asadero de jareas” que tiene lugar la víspera de la fiesta de San Pedro, siendo este admirado, por propios y extraños, por la concordia y buen ambiente que durante su desarrollo se respira.
Desde otro ángulo, sería ilógico por mi parte, no mencionar, en este pregón, los grandes avances y mejoras que se han logrado, especialmente en el orden de servicios: la instalación de la electricidad, agua corriente, teléfono en los primeros tiempos y posteriormente, la mejora en las comunicaciones, asfaltado de calles disponibilidad de nuevas instalaciones deportivas, etc., así como en el orden social con la dotación de centros culturales y la puesta a disposición de los vecinos de gran oferta educativa, cultural y de ocio. Han sido estos, hitos que nos han permitido alcanzar unas condiciones de vida impensables hace apenas unos años.
Una vez más, debo de mencionar a nuestro querido patrono San Pedro, el cual sin lugar a dudas, ha permitido que, este pueblo de alguna manera, haya permanecido siempre unido bajo su protección, en los buenos y malos momentos que, a través de su ya larga historia, han acontecido.
Me gustaría desearles a todos, unas muy felices fiestas de San Pedro, en este año 2006, al tiempo que invito a todas las personas que, perteneciendo o no, a este pueblo de Mácher, se sumen con alegría y espíritu festivo a las celebraciones y actos programados con el sano ánimo de disfrutarlos.
Finalmente quisiera, a modo de despedida, y para recordarles que las fiestas ya están a la vuelta de la esquina, repetirles, lo que solía decir uno de nuestros convecinos, preocupado ante la inminente llegada de las mismas y la necesidad de finalizar alguna tarea inconclusa: “SAN PEDRO EMSIMBA Y LAS MUCHACHAS ESNUAS”.