Fuente:
Archivo de: Óscar Torres Perdomo y Jesús Perdomo Ramírez
Pregón de las Fiestas de San Pedro
Mácher 2008
Por: Juan Cruz Sepúlveda
Permítanme, que por unos momentos, les pregone algunos aspectos de mi pueblo, algunos conocidos, otros menos, pero todos importantes para su densa intrahistoria.
La primera referencia que encontré fue en el Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de ultramar, de Pascual Madoz, habla de MACHES como pago dependiente de la jurisdicción de Tías y data de 1845-50. La segunda es de Pedro de Olive en su Diccionario Estadístico Administrativo de las Islas Canarias de 1885, define a MACHE «aldea situada en el termino judicial de Tías p.j. de Arrecife, isla de Lanzarote. Dista de la capital del distrito municipal 2 Km.750 m y consta de 50 edificios de un piso y 8 chozas u hogares, 4 inhabilitas, 60vecinos, 279 almas….».
Hablar de Mácher es nombrar toda la geografía de sus rincones: Desde Capitas y el Cascajo en el límite con Yaiza, Los Barrancos, La Caldereta, La Villita, Los Lomos Altos, La Calderina, La Punta, La Vista, Los Llanitos, Los Pedreros, La Fábrica, El Rompimiento, El Barranco del Quíquere, Mácher Bajo, Chirino, El Cercado, El Volcán, Peñas Blancas y finalizar en el Rincón o en el camino de las Viñas.
Todos estos topónimos prevalecen, otros han desapare¬cido y otros han sufrido cambios por modismos foráneos o por desconocimiento, pero Mácher ha sido testigo de un Camino Real, hoy camino de Los Olivos, desde tiempos de la capitalidad de la isla en la Villa de Teguise. Partiendo de allí, se adentraba por debajo del Morro Blanco, cruzaba el barranco de Tegoyo, Los Llanitos y desaparecía destino a Femés a través del Cortijo Viejo y la Vega de Temuime.
Más tarde, con el auge del Puerto del Arrecife, al sur de Mácher trascurre el Camino del Puerto, que hoy, conserva su nombre. El camino acortaba las distancias para viandantes, bestias y carruajes, transcurre por los parajes más bajos y evita las rampas, entra por El Cascajo atraviesa el Cercado y se adentra por Hoya Limpia y Las Ezquinzuelas rumbo al puerto.
Otros caminos usados por nuestros antepasados fueron el de Cuatro Esquinas, el de Corral Prieto, el de Peña Paloma, Conil, Guacimeta, etc.
Mácher, primero con su camino Real, luego su camino del Puerto, como pueblo de paso y travesía le llega su carretera. La carretera de Mácher ha sido vital para un pueblo diseminado que ha sabido asomarse al des rollo y al progreso a través de esta controvertida vía.
La carretera de Mácher ha servido para todo, además de vía de comunicación hacia el Sur de la isla, paso obligado de ganado, camellos con aperos de labranza, ha sido patio de recreo de la escuela, lugar de esparcimiento para las parejas los domingos, partidos improvisados de fútbol, juegos de planto, boliche, la soga, carreras de bicicletas, carreras con cintas, carreras de burros, carreras de burro con el jinete al revés, carreras con zapatos troqueados, carreras de sacos, procesiones, entierros, y en fiestas, bidones, pitones y banderitas.
El poco tráfico de la época estaba muy identificado: la guagua de Pepe, las tres paradas localizadas de «Gildez», en el Mesón en la tienda de Luisita Medina, la parada de la tienda de Antonio Cedrés y en Correos en casa de Marcial «el zapatero». Cuando la guagua asomaba «a la Vista» daba tiempo de interrumpir el juego, lo mismo ocurría con los camiones de la sal y broza procedentes de Janubio.
Si la carretera era el balcón de la vida, las tiendas de aceite y vinagre eran el foro de encuentro social y de aprovisionamiento de las pocas cosas que las economías de autoabas¬tecimiento permitían y algún que otro lujo. Se comía de lo que había: … «Vd. sabe lo que remedia un pencón de tuneras en una casa de familia un año ruin?… ¿y una pella de gofio con higos…? Mácher llegó a contar con una extensa red de estos pequeños establecimientos, más de una docena, en diferentes lugares y épocas. El aceite, vinagre, petróleo, fideos, azúcar, cigarros «Flor de Fuente», «Progreso» o de papelillo etc. La compra estaba encomendada a los mas pequeños «…y dice mi madre que se lo apunte en la libreta…» Las tiendas eran el lugar de tertulias donde se mezclan tendero y cliente, se habla del estado del tiempo, de la cosecha de tomates o de cebollas, de los precios bajos del tomate, de algún suceso pasajero, de la llegada de algún extranjero al pueblo, de la compra de algún «furgoncito», de alguna boda o del último noviazgo. En definitiva las tiendas cumplieron toda una labor social en Mácher.
Una chapa en la puerta, un par de barricas, o un bidón de petróleo en la puerta, era el distintivo de estos pequeños comercios; al entrar tenían ese olor característico y esa imagen fija del mostrador i con la balanza «Dina» y sus pesas como símbolo de justicia, las más modernas disponían de báscula, la estantería azul o verde, varios sacos entongados y el surtidor del bidón de aceite como símbolo de progreso…. la tienda de Juan Rodríguez en el Volcán en la postguerra atendía a clientes de todos los lugares del pueblo y del resto de la isla, las provisiones le llegaban a través de los barcos playeros que se acercaban a la Tiñosa, disponía de un almacén de deposito y desde éste, en camellos los subían hasta la tienda en Mácher. Luego montaría tienda Walterio Elías con algo de ferretería. En el Volcán, más tarde adquieren notoriedad las tiendas de Pepe Aparicio y la de Paco Cruz. En sus alrededores se jugaba a la bola, al envite y, unas grandes piedras, servían de asiento para echar los «cabildos».
En Mácher Bajo dispusieron de tienda Pepe Hernández, en el barranco del Quíquere, Felipe Lemes. Marcial Torres, Carlos Viñas y Santiago Tejera dispusieron de sendas cantinas. En la casa de Nicasio Cruz, regentó una tienda Enriqueta Viñas, parece ser la más antigua del pueblo, data de finales del XIX. La tienda de Juana la de Ferrer, La cantina de la Punta por la cual pasaron varios regidores y la cantina de Severino. En las cuestas del Mesón operaron la de Luisa Medina y la de Dolores Irnos.
La última tienda del pueblo que mantuvo esta idiosincrasia fue la de Antonio Cedrés, que terminó cerrando en el 1999. Los nuevos tiempos traerían el autoservicio en el 2002.
Además de las escuelas de niños y niñas, la barbería de Marcial Aparicio, el cuarto de Félix Arrocha donde se fabricaban escobas, esteras y productos de palma, o La casilla del Caminero; Mácher contaba con otros lugares de referencia, hablo de la cartería y la zapatería de Marcial Hernández Saavedra. Era este el punto de entrega y recogida de las cartas al pueblo: sobre las dos de la tarde llegaba la guagua con la saca; por la tarde iniciaba el reparto a pie, posteriormente y hasta su jubilación en el 1981 lo hizo a lomos de una burra. Marcial además, de cartero, fue un certero marchante, junto con Tomás Hdez. y Nicolás Díaz, oficios muy solicitados en las fechas próximas a fiestas, pero su otra actividad relevante que le daría el cariñoso sobrenombre de «Marcial el zapatero» fue el oficio de remendador de los zapatos de los vecinos del pueblo, punteras, tacones, tintes y trabajos con piel en su taller contiguo a la cartería.
Las tardes de Mácher tenían un olor muy característico, proveniente de los aromas de la molina de Ferrer, un olor acompañado del ruido acompasado de un ‘Motor diesel de un pistón que soltaba entrecortadas bocanadas de humo, que se perdían en las aspas de la vieja molina de viento. Era la molina de Ferrer, el icono industrial del pueblo.
La molina y sus molineros mantuvieron una actividad frenética para todos los vecinos del pueblo, del municipio y de todos los puntos de la isla. En el muro de la molina aguardaban colas de burros, esperando por el tueste y molienda y luego salían los blancos costales de gofio calentito a lomos de burros, camellos y más tarde en coche cuando el gofio estaba presente en la dieta diaria y a veces única.
La molina aparte del valor artesanal e industrial, es recuperable y juega en estos momentos un necesario referente elemento etnográfico paisajístico muy identificado al pueblo de Mácher que debe de prevalecer y funcionar.
Otros lugares significativos del pueblo eran los empaquetados de tomates. Cada zafra tomatera o de cebollas tenía su eje neurálgico en estos pequeños almacenes. En Mácher se llegaron a contabilizar hasta 18. Hasta allí se llevaban por las tardes las cajillas con tomates para su pesado y luego las empaquetadoras introducían los tomates envueltos en papel con una ligera capa de viruta y se colocaban en el cereto, se etiquetaba con la marca del exportador y el añadido de «Canary Island Produce Selected tomatoes…” se apilaban y listo para su embarque. La chiquillada participaba en el proceso de carga del camión para el muelle y en el recuento de los ceretos.
Los almacenes de empaquetado en tiempos de zafra también tenían ese olor a madera mojada, a los tintes y al papel pero sobre todo eran los cánticos de las mujeres, el alma del empaquetado, isas, folias, rancheras y por la tarde el aparato de radio presidía el almacén. Era la hora de la novela de las tres.
Mácher, también tenía sus lugares para el ocio, para la diversión y el encuentro. Primero fue el casino de maestro Mateo, después el de Rafael García, arrendado más tarde a Emilio Machín. Allí fue la sede del cine de Antoñito «el Canario» que nos brindaba con las últimas películas del Oeste Americano, aprendimos a ver el manejo del revolver, la espada o las mejores acrobacias, persecuciones a caballo, diligencias, aviones, barcos, submarinos, máxima emoción aferrados a un paquete de pipitas. Durante casi dos horas disfrutando de títulos como: » Los cuatro tíos de Texas», «Los Diablos del Pacífico», «La muerte tenia un precio», «Tulipán negro» y tantos otros títulos en «Cinemascope y tecnicolor», que «Paquito» anunciaba en una esmerada pizarra de rectos trazos en tiza blanca con mezcla de colores.
Don José el cura, pasaba las películas más melosas los domingos por la tarde; 2,50 pesetas era el precio, si ibas a la catequesis o ayudabas en misa, te podía salir gratis. Los operadores aficionados siempre tenían dificultades para proyectar las películas, era habitual cambiar el orden de los rollos. Joselito, en «El pequeño Ruiseñor»; Las de Cantinflas «El bombero»; o las de Manolo Escobar con «Un beso en el puerto» etc.
Mácher siempre tuvo un alto fervor y vocación religiosa, primero Mácher veneró a Ntra. Sra. de los Dolores de patronato particular en casa de la familia Pereyra, según el aludido Madoz, entre el 1845-50. En aquellos tiempos además de la Parroquia existían ermitas particulares junto a las casas de los grandes propietarios: la ermita de Santa María Magdalena de Conil fundada en 1794, por B. Antonio Camacho junto a su casa y gran finca de 130 Hta,…un Oratorio público que fue de los Padres Dominicos y en la actualidad de la Nación en el pago de Masdache…» y posteriormente la ermita del Sagrado Corazón de Jesús en Tegoyo de la familia Stinga en el año 1863.
A comienzos del 1900 San Pedro toma el relevo y pasa a ser el patrono del pago de Mácher, se habilita una pequeña ermita en unas dependencias situadas en el Mesón, propiedad de la familia Suárez Lubary, en tiempos del cura D Sinforiano, luego con el aumento de la devoción religiosa, la llegada del cura D Teodoro, se le agrega el almacén colindante, la propiedad pertenecía ahora a la familia Rodríguez. La adaptación del templo, la efectúa el maestro José Umpíerrez (padre). Allí San Pedro permaneció hasta el año 1982, año en que se traslada a su definitiva y propia morada, aquí, al lado de la carretera.
El acontecimiento más esperado de todo el año era sin duda las fiestas de San Pedro. Ni el fervor religioso de la navidad, las novenas de mayo, los primeros viernes de mes. Me refiero cuando San Pedro residía en el Mesón, allí tenía San Pedro una inmejorable vista, divisaba al pueblo a lo ancho y largo y hasta el mar, protegido por las lejanas montañas de Tinasoria, Guardilama, Gaida y La Asomada. Allí San Pedro disfrutó de apacibles días y también padeció de agitados silbidos de viento, de tardes polvorientas, de cancaneo de puertas, tenía por vecino la cantina de la Punta, y fue testigo también del ir y volver del ganado de Manolo López.
En San Pedro, allá arriba, se guardaba un escrupuloso orden y uniformidad: a la derecha y delante las niñas, a la izquierda los niños, detrás las mujeres y al fondo y a veces de pie los hombres. San Pedro fue testigo de todos los primeros viernes de mes, del cumplimiento pascual, de los belenes de navidad, de los ranchos de pascuas, de las novelas de mayo. En éstas, el altar se cubría de sábanas blancas, largas filas de velas, olor a flor de azucenas y las niñas recitaban versos. Ocurrió a la salida de una de estas novenas una noche de mucha oscuridad cuando un grupo de feligresas cogidas del brazo cayeron dentro de la tierra de Ferrer deslumbradas tal vez, por tanta luz en la iglesia y tanta penumbra en el camino.
Constituía, el día de San Pedro y de San Pablo, el acontecimiento más importante y esperado en la vida del pueblo. Desde días antes se albeaba todo el pueblo y la iglesia, se engalanaban con banderitas pegadas a los hilos con harina, pitones, bidones llenos de piedra servían para anunciar que el día se acercaba. Abajo, en la carretera, un par de ventorrillos con palmas, bidón para meter el bloque de hielo con serrín para enfriar los refrescos, cervezas y de tapas carne de cochino frita, sardinas en latas redondas de medio kilo y algún que otro lujo. Para sufragar los gastos de las fiestas antes de llegar «la municipalización» una improvisada comisión se recorría casa por casa con un libretita en busca de donativos. Un duro, cinco, 20 duros era la cifra más significativa. Con ello se afrontaba los gastos de la compra de tres docenas de voladores a Basilio el guardia, invitar al grupo folklórico, los dulces para el cura que venía a ayudar la concelebración.
Llegado el día, desde temprana hora era el «furgoncito» de Antonio Luna el que daba el primer toque festivo tanto preparativo, la misa y luego la procesión con cambios de itinerarios según las condiciones del tiempo y lo bondadoso del año. Tras los actos religiosos, la gente se afanaba en llegar a sus casas para atender a sus familiares invitados y compartir la mejor mesa. Por la tarde, la fiesta continua en la carretera con los juegos variados, eran lo anunciado como paseo con música (ni lo uno, ni lo otro) Llegada la noche eran esperados los famosos bailes en el casino de Emilio, días atrás unos carteles rojos con letras negras, anunciaban estos profanos acontecimientos. «Casino Bellavista de Mácher, tres grandes bailes tres», «…amenizados por la afamada orquesta Lira…», «las mesas serán atendidas por un afamado camarero»… Primero el baile asalto y luego a las once el baile de pago.
Luego los comentarios del día siguiente ¿Cómo estuvo el baile? «— Flojo, solo con gente de aquí, no hubo ni pleito ni nada…»
No quiero finalizar sin hacer referencias al diario escrito por Carmen Umpiérrez Viñas. Carmen, hermana de Pepe autor de varios textos de poesías, fue una incansable colaboradora de la parroquia y de la iglesia de Mácher que tuvo la feliz idea y constancia de dejarnos un manuscrito de sus vivencias para con el pueblo y para con la iglesia, la nueva y la vieja, es un auténtico inventario de los bienes y de sus donantes, de su valor. Es un valioso manuscrito desde los tiempos del cura D. Teodoro, D. Blas, D. Olegario, D. José, D. Luís, D. Jesús Vega,… y D. Ambrosio en el que Carmen se despide y efectúa sus ultimas anotaciones en su diario.
Había nacido, Carmen, el año 9 y fallecido el 09.09.99.
Por cierto, cuando se enteró que para Mácher venia un cura negro respondió: «las de Tías son unas baladronas se quedaron con el blanco y nos mandaron al cura negro”.
Espero que estas pequeñas notas les hayan servido de utilidad para conocer un poquito mejor nuestro rico pasado y poder afrontar con firmeza el futuro de este pueblo que tiene mucha historia.
Buenas Fiestas