Pregón de Tías 1998

Publicado: 6 julio, 2015 en Pregones de Tías

Fuente:
Archivo de: Óscar Torres Perdomo y Jesús Perdomo Ramírez

Pregón de las Fiestas de Ntra. Sra. de La Candelaria
Tías 1998
Por: Carmelo  García  Déniz

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Es de todo conocimiento que los recuerdos de la infancia son imborrab1es, es más, en cuanto los años nos habitan cada vez más, todas las imágenes de la niñez afloran como las margaritas de los caminos’ apenas caen las primeras aguas. Entonces la niñez nos viene con su carga de deseos, con las correrías y las ocurrencias.
En mi caso he de admitir que también la memoria de la adolescencia me marca como a fuego. Fue este un período en el que se comienza a descubrir el mundo, abriéndonos los ojos hasta el asombro, es el tiempo de las primeras salidas del Arrecife natal para visitar a unos parientes; las primeras excursiones con los compañeros de curso, la aventura en bicicleta por una carretera general; la fiesta en un pueblo.

Pese a que mis dos abuelos y mi padre nacieron en Tías, mis primeras visitas a este pueblo las hice a principio de los años sesenta, ya que por la búsqueda de trabajo la familia residía en el Puerto del Arrecife. En los años sesenta coincide también la visión de Lanzarote, hecha libro, de Agustín de la Hoz. Con respecto a Tías, dice nuestro historiador:

«Las Tías de Fajardo esparcen sus casitas como siembra de maíz a la conveniencia. Urbanizar este pueblo resultaría hoy un milagro tan espectacular como aquel otro que hiciera Moisés en el Mar Rojo». Efectivamente, Tías mantiene aún hoy día el diseño de disperso agrícola, que salpica casas sobre tierra útil de siembra, como si la misma esencia profunda del poblamiento se negara a vivir un rol de ciudad cuadriculada de manzanas y calles trazadas a tiralíneas. Las casas de Tías miran cada una hacia su lugar preferido, se asoman a las cuestas y miran hacia el mar estañado de La Tiñosa o el más lejano del Puerto. Esta planimetría que en sí misma nos da una imagen de libertad, de derecho a la intimidad, conlleva también algunos problemas, especialmente de orden urbano, si no que se lo pregunten al Sr. Alcalde o a aquellos forasteros que buscando una dirección se meten cada vez más en un dedálico destino.

Tías, en los tiempos en que la rememoro vivía principalmente del cultivo, de la cebolla, del vino y, sobre todo, de la exportación del tomate. También son palabras de Agustín de la Hoz aquellas que dicen: «En las Tías de Fajardo, para el hombre y la mujer, no hay más piedra filosofal que el tomate, base fundamental de su prosperidad… Las mujeres se entusiasman trabajando esa carne apretada e intensamente roja como si manejaran la más extraña retorta para transformar en oro los ingentes esfuerzos de sus hombres clavados, de sol a sol, sobre estos eriales inmensos».

Desde el momento en que me encargaron pregonar estas fiestas en honor a Nuestra Señora de Candelaria, no he podido evitar que mi memoria evoque un recorrido a través de los años por la totalidad del municipio, un nuevo viaje que me permite ver los lugares bajo tres formas: como era, como fueron cambiando y como son actualmente.

En una evocación a La Tiñosa, recuerdo su muellito, la tranquilidad estática y reflejante de Cagafrecho, las niñas ataviadas de vestidos chillones junto a las mujeres de eterno luto, y las playas solitarias, hermosas franjas doradas, fronteras de un mar limpio y fresco. Y pequeñas ensenadas, también de arenas doradas, recogidas entre lametones sólidos de lava volcánica. También hay que recordar en esta visión al historiador, cuando dijo:

«La Tiñosa es, indisputablemente, uno de los parajes más originales de Lanzarote, de cuyo porvenir turístico es casi un sacrilegio dudar. … Si el viajero quiere imaginar el próximo futuro del bello litoral de La Tiñosa verá, sin duda, a la Playa Blanca repoblada de pintorescos parasoles».

He traído desde el fondo de la memoria, las visitas a los parientes del Hoyo del Agua, la negra noche de Tías sin luz eléctrica, la cena y los cuentos, en torno a la luz blanquecina del petromax, de brujas y camellos huidos, el abundante jugo de los tomates de manzana negra con su sabor profundo a tierra fértil, las dulces uvas de Conil y un eterno silencio que sellaba la tierra y el cielo.

He vuelto a recordar la dificultad de subir en bicicleta las cuatro cuestas que entonces tenía Tías, la bajada de tierra a La Tiñosa, la pista interminable hasta Guacimeta bordeando playas desiertas. Vuelvo a las excursiones del instituto, en guaguas destartaladas (los muchachos en la Playa Grande y las muchachas en la Playa Chica, y prohibido terminantemente pasarse de una a otra); el camión de Nemesio, cargado de las cosas más increíbles, desde paja a cemento; la guagua perrera; el fotingo remendado que encara animoso y ronco la recta carretera.

Es inevitable, en cuanto se pone en marcha la memoria, hacer apreciación acerca de los tiempos. Yo no creo que cualquier tiempo pasado haya sido mejor, me basta, para reafirmarme en esta reflexión, el conocimiento de momentos en los que dependíamos exclusivamente de la lluvia o de las buenas zafras pesqueras. Vivíamos maldiciendo las prolongadas sequías, los ojos de los campesinos se secaban mirando continuamente hacia un cielo resplandeciente, huérfano de nubes. Y muchas veces los aljibes enseñaban sus vientres vacíos y secos, poniendo en peligro la supervivencia. Cuando volvemos con la memoria hacia atrás, recordamos que éramos jóvenes y estábamos llenos de inquietud y vitalidad y que las cosas parecían dolemos menos, tal vez por eso tendemos a creer que los tiempos pasados fueron mejores. De cualquier forma, siempre que vamos al pasado, lo hacemos con una cierta amnesia nostálgica que hace que olvidemos los momentos más inciertos y penosos. Al fin y al cabo el pasado, por simple evidencia vitalista, hay que superado si se quiere mejorar el presente. Es justamente lo que ha hecho este municipio. En treinta y cinco años ha pasado de ser la cenicienta en una isla pobre a convertirse en el motor de su desarrollo. Ya no se asoma a las cuestas con dramatismo, ahora, su bendecida naturaleza, desciende suavemente hacia el mar.

El destino ha sido generoso con nosotros, pues nos ha permitido ser testigos del desarrollo integral de este municipio. Hemos podido apreciar y ver con nuestros propios ojos cada uno de los cambios operados en este territorio. En otras latitudes hay que esperar la llegada de varias generaciones para alcanzar una meta tan deseada. Ahora, el chiquillo que se esforzaba en la bicicleta por superar las cuestas polvorientas y que arrastraba tras de sí un horizonte de incertidumbre, que veía por los caminos a los hombres y mujeres hurgando en la tierra para extraerle, con inmenso sacrificio, los frutos a los campos, está aquí entre nosotros, somos nosotros mismos, que tenemos la inmensa suerte de poder hacer de los recuerdos un lugar grato.

Y estamos celebrando estas palabras al calor de Nuestra Señora de Candelaria, una fecha que contiene un bello simbolismo: la Fiesta de la Purificación de Nuestra Señora que reme mora el día en que María presentó a su Hijo en el templo al cumplirse los cuarenta días de su parto.

Y es éste el símil que me van ustedes a permitir que use y que con él pueda yo esta noche decir que estamos inmerso s en el lugar y el tiempo de nuestra propia purificación. En nuestro caso son casi cuarenta años en que la isla inauguró su singladura de futuro, apostando por crear a partir de un espacio sujeto a la penuria y a la emigración una plataforma firme y sólida en la que la vida fuera posible sin sobresaltos. Ahora es el tiempo de llevar al altar este logro y que la purificación consista en desposeemos de los sueños ambiciosos y desproporcionado s, dejar atrás cualquier pensamiento de mezquindad y de in solidaridad con nuestra propia gente y con nuestro propio territorio, para que así pueda ser preservado, lo más íntegro posible, para las generaciones futuras. Tías y Lanzarote deben seguir siendo el lugar de nuestra memoria y el lugar de nuestros sueños.

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