Pregón de Tías 1999

Publicado: 6 julio, 2015 en Pregones de Tías

Fuente:
Archivo de: Óscar Torres Perdomo y Jesús Perdomo Ramírez

Pregón de las Fiestas de Ntra. Sra. de La Candelaria
Tías 1999
Por: Domingo Guzmán Rivero Viera

domingo guzman- tias

En este año en el que concluimos el siglo XX y el segundo milenio de la era cristiana tengo la alegría de ser el pregonero de estas fiestas patronales en honor a Ntra. Sra. de La Candelaria en el municipio de Tías. Es agradable pregonar “buenas noticias”, anunciar acontecimientos que causan alegría a los que los oyen.
Y, sin duda, la legada de nuestras fiestas patronales nos produce alegría, nos trae a la mente muchos momentos vividos: la participación en tantos actos culturales y deportivos, en la función religiosa y en la procesión con la Virgen de La Candelaria y San Blas, en la reunión de familia para compartir el puchero, para jugar a las cartas o a la lotería, para compartir los últimos acontecimientos vividos, para darnos bromas, contar chistes, es decir, para hacer fiesta.

La fiesta ocupa un lugar importante en la cultura de un pueblo. Aún viviendo en la misma isla no todos los pueblos son iguales. Es verdad que tienen muchas cosas en común pero también es verdad que cada pueblo tiene rasgos propios, señas de identidad propias que vienen marcadas por la historia y las vivencia que han tenido los habitantes de dicho lugar, por la relaciones que ha habido entre ellos, por las tareas que han realizado juntos y por las experiencias que han compartido, que no son mejores ni peores que las que han tenido otros, sino que son simplemente diferentes y únicas. La fiesta es uno de esos elementos que da identidad a un pueblo, que lo hace diferente, y que pone en marcha la creatividad de sus habitantes, adormecida tantas veces bajo el peso de la rutina diaria. En la fiesta nos ponemos el mejor traje, como expresión de que sacamos del “ropero interior” nuestras mejores cualidades, nuestros más nobles deseos, y aunque sólo sea por unos días, nos esforzamos por hacernos la vida agradable los unos a los otros.

Esta realidad cobra más fuerza cuando se trata de una fiesta que tiene la solera que da el paso de los años. En julio del año 1996 celebrábamos el Bicentenario de la creación de la parroquia ¡Cuánta ilusión y cuánto entusiasmo pusimos en la celebración de dicho acontecimiento! Les aseguro que fue una de las experiencias más bonitas vividas en estos cinco años en que he recibido el gran regalo de convivir con ustedes. Es verdad que muchas cosas se fueron quedando por el camino, que no hicimos todo lo que habíamos proyectado, pero se hizo mucho más de lo que yo en un principio hubiera imaginado. Creamos la “Asociación Cultural COBICAN 1996”, en la que se programaron actividades con los padres, con los jóvenes y con los niños, que complementaban las actividades de carácter religioso.

Eso significa que durante más de 200 años nuestros antepasados han ido poniendo a los pies de la Virgen de La Candelaria una larga historia de experiencias y acontecimientos vividos de los que hoy nosotros somos herederos. Hemos recibido una valiosa tradición que no debemos ignorar ni de la que debemos prescindir, porque si un pueblo ignora su historia tiene el peligro de volver a caer en los mismos errores del pasado. Se trata de potenciar todo lo positivo que se ha vivido y de descubrir los fallos para no volver a tropezar en la misma piedra. Y así poder construir un pueblo y una isla mejor para nuestros hijos.

Para muchas personas la fiesta consiste en consumir cosas. Piensan que la felicidad está fuera de nosotros. Creen que para se felices es necesario recurrir a unos estimulantes que nos “coloquen”, que nos pongan a gusto”, que nos permitan escapar de ese vacío interior que nos golpea el espíritu. No se dan cuenta de que ese vacío interior es sólo un síntoma que nos avisa que necesitamos encontrarle un sentido a la vida si queremos ser realmente felices. Los creyentes reconocemos en ese vacío la voz de Dios que nos invita a llenarnos de su amor para que ya nunca estemos vacíos por dentro. La verdadera felicidad está dentro de nosotros y depende, más que de las situaciones externas, de la aptitud que adoptaremos en la vida.

Claro está que para que la felicidad se pueda dar es necesario garantizar unas mínimas condiciones de vida, sin las cuales la vida se convierte en un sobrevivir a costa de lo que sea…

El gran reto que tenemos hoy es que nuestra vida sea una permanente fiesta porque hayamos descubierto el sentido que tiene nuestra vida y nuestro mundo y decidamos ser protagonistas de nuestra historia. Dios ha puesto el mundo en nuestras manos y de nosotros depende que las cosas vayan bien o mal. Lo más fácil es eludir nuestras responsabilidades y quejarnos de lo mal que están las cosas. Eso todos lo sabemos hacer pero no conduce a nada. Ojalá que no nos ocurra lo que se narra en el siguiente cuento.

“Este es el cuento sobre Gente llamados Todos, Alguien, Cualquiera y Nadie. Habían que hacer un trabajo importante y Todos estaban seguros de que Alguien lo iba a hacer. Cualquiera lo podría haber hecho, pero Nadie lo hizo. Alguien se enojó por esto, porque era el trabajo de Todos. Cada uno pensó que cualquiera lo podría hacer, pero Nadie se enteró de que Todos no lo iban a hacer. Todos culparon a Alguien, cuando Nadie hizo lo que Cualquiera podría haber hecho”.

Lo que nos dice el cuento es algo muy frecuente. El gran reto que tiene hoy nuestro mundo, “el trabajo de Todos”, es vivir en fiesta permanente porque se respetan los derechos humanos en todos los rincones de la tierra y se defiende con más fuerza a los que son más débiles. Se trata de crear un mundo donde nadie muera de hambre, ni a causa de la violencia, la guerra a la injusticia. Un mundo donde cada uno busque el hacerle la vida agradable a los demás, donde todas las personas sean respetadas por lo que son y no por lo que tienen, donde todos tengamos unas condiciones de vida dignas y libres. Los creyentes sabemos además que eso es lo que Dios quiere y que contamos con su ayuda, que si nosotros ponemos lo que está de nuestra parte. El pondrá lo que falte. Entonces la fiesta sería permanente y total.

Uno de los grandes males de nuestro mundo es el egoísmo, que nos hace ser ambiciosos y por ello nos aleja de los demás. Entonces ya no hablamos de la fiesta de todos, sino de la fiesta de unos pocos a costa de los más pobres de nuestro mundo. Ojalá que este cuento nos ayude a reflexionar: “Cierto día, hace de esto muchísimos años, un comerciante muy rico y avariento, acudió a un sacerdote viejo y sabio en busca de consejo y enseñanza. Este lo llevó a una ventana:

-Mira a través de este vidrio y dime qué ves- le dijo.
-Gente- contestó el rico.
Luego lo condujo ante un espejo y le preguntó:
-¿Qué ves ahora?
-Me veo a mi mismo- le contestó al instante el avaro.

-He ahí, hermano- le dijo entonces el santo varón-, que en la ventana hay un vidrio y en el espejo también. Pero ocurre que el vidrio del espejo está cubierto con un poquito de plata, y en cuanto hay un poquito de plata de por medio dejamos de ver a los demás y sólo nos vemos a nosotros mismos”.

Ojalá que el egoísmo no nos impida alegrarnos juntos en estos días. Que en estos días de fiesta podamos poner en práctica los valores que hacen que nuestra vida sea auténticamente humana: la solidaridad, la autenticidad, la fidelidad, la bondad, la libertad, la amistad, la belleza, la paz y la justicia.

Quiero agradecer públicamente al Ayuntamiento de Tías el interés que han mostrado por restaurar tanto el techo de la Iglesia de La Candelaria como las imágenes que se encuentran en su interior. Estas obras ayudarán a conservar esa parte de nuestra historia que todos debemos conocer y proteger. Gracias por la disponibilidad que han mostrado a colaborar con las obras de arreglo y mantenimiento de las diferentes iglesias del municipio y espero que esa línea de colaboración continué en el futuro.

Quiero terminar agradeciendo a todos el cariño, la acogida y la cercanía que me han brindado en estos cinco años que he vivido entre ustedes. Lo que hemos vivido ya nadie nos lo puede quitar. Ahora se ha abierto una nueva etapa tanto para ustedes como para mí y debemos vivirla con la misma intensidad y alegría. Más allá de la distancia física que nos separe, nos une la misma fe y el trabajo por el mismo ideal, la construcción del Reino de Dios, es decir, de la gran fraternidad universal a la que todos estamos invitados.

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