Fuente:
Archivo de: Óscar Torres Perdomo y Jesús Perdomo Ramírez
Pregón de las Fiestas de Ntra. Sra. de La Candelaria
Tías 2003
Por: Manuel Fajardo Palarea
La invitación que me hizo el alcalde de este municipio para pregonar las fiestas en honor a Nuestra Señora de La Candelaria, patrona de Tías, me permite refrescar mi visión de un pueblo al que estoy vinculado por raíces familiares e identificado por un sentimiento de reconocimiento, nunca ocultado, a la capacidad de su gente para entablar relaciones de vecindad y convivencia realmente ejemplares.
Convirtiéndose así en una referencia insular y regional de indudable valor. No voy a hacer un pregón al uso, preferido contarles mi visión con la única pretensión de compartir con ustedes una serie de recuerdos y reflexiones.
Tías, en su doble condición de municipio y pueblo, me trae recuerdos imborrables de mis distintas etapas vitales, también distintas para Tías y su municipio.
Recorro las calles de Tías buscando referencias, rincones que alumbren mi camino de pregonero ocasional del pueblo de mis bisabuelos. Descubro en su centro neurálgico, las señas de identidad de un pueblo progresista, inundado de referencias libertarias emanadas de la Revolución Francesa. La Libertad, Fraternidad e Igualdad se muestran rotuladas en calles céntricas, enseñando el pedigrí de un pueblo que apuesta por el progreso, la tolerancia, la integración y equiparación. Pero aún siendo así, no esconde la historia de un pueblo marcado por la huella de su propia experiencia, de sus pronunciados cambios de modelos económicos y las variaciones demográficas. Más bien, una cosa confirma la otra y viceversa.
En esta penúltima visita a Tías y su municipio de forma casi investigadora descubro un pueblo muy diferente al que conocí la primera vez que recuerdo que pisé sus calles, por aquella época, mayoritariamente polvorientas. Era un adolescente, apenas tenía doce o quince años, eran los años setenta. Acompañaba a mi padre en lo que yo recuerdo como una excursión, pero estoy convencido de que aquella visita a Tías tenía más que ver con atender un compromiso de mi padre que el mero recorrido turístico.
Posiblemente todo aquello se limitara a un viaje a Tías simplemente para traer una cesta de tomates para el consumo familiar. En aquella época Tías y Mácher, la Costa de Tías y Mácher Abajo producían unos tomates riquísimos, que era el principal sustento de su economía.
Acercarse a Tías desde Arrecife en aquella época, era todo una aventura para un adolescente. Las cuestas empinadas evidenciaban las carencias de los coches del momento y las deficiencias viarias. Ya en la entrada del pueblo, en pleno Lugar de Abajo, se divisa un caserío disperso cuyas viviendas se asientan de forma caprichosa, respondiendo más al reparto de la propiedad del suelo de los vecinos que a la intención de definir un núcleo urbano.
Llegamos al centro, cerca de una tienda de comestible, y me encuentro escuchando una conversación de personas mayores, perfectamente bien vestidas, con su trajes y sombreros. El tema de conversación era realmente disperso, lo mismo hablaban de la zafra del tomate que remataban la conversación con las espectaculares agarradas de la luchada celebrada el día anterior en el pueblo. Más tarde supe que aquellos señores que encontré casualmente ese día pertenecían a familias muy conocidas en el pueblo como son los Cedrés, Ferrer y los Borges, asentados en Tías desde mucho antes de aquella anécdota de mis años de adolescente.
Después de ese pequeño descanso en el centro del pueblo, nos dirigimos hacia el Hoyo del Agua y por un polvoriento camino delimitado por portentosas paredes de piedra llegamos a Las Quinzuelas. Debía ser enero o febrero, el paisaje de la zona conocida como Costa de Tías era sencillamente inenarrable. El verde intenso de las matas de tomateros, dominaba todo el espacio. Únicamente en las tierras marginales, como morros y peñascos, los tomateros eran sustituidos por plantaciones de arbejas, chícharos, lentejas, millos y cebada. Además del producto de exportación que era el tomate, los agricultores aseguraban la producción de gofio con el millo y la cebada mientras que la arbejas, chícharos y lentejas proporcionaban los socorridos potajes. Todo giraba alrededor de una economía de subsistencia con un producto de exportación que era el tomate.
Durante el recorrido, que a mi se me antojó como una aventura inolvidable -de hecho no la he olvidado-, tuvimos que parar el vehículo, en varias ocasiones, para facilitar el paso por el camino estrecho y polvoriento a seis o siete agricultores montados en burros que iban camino de vuelta a casa. Hombres enjutos, la mayoría acompañados por mujer e hijos, muy amables y cordiales. Eran los primeros en saludar al cruzarse con los visitantes ocasionales.
Esta visita a Tías, que recuerdo como la primera, aunque estoy convencido de que no lo es, corresponde a aquella etapa de Tías como pueblo rural, carente de infraestructuras, metido de lleno en una economía de subsistencia y sumiso al clima y las lluvias que definían las buenas y malas cosechas. Era una época de muchas carencias pero también de gente noble y esforzada, cabal y de palabra.
Familias enteras, familias de 10 y más miembros vivían de lo que recogían en su pequeña finca, a veces complementado con algún familiar que se enrolaba en un barco de pesca artesanal para colaborar al sustento de la familia.
En aquella época, el crecimiento poblacional se debía exclusivamente a la natalidad, a veces aminorado por la emigración de jóvenes que salían para Arrecife, Gran Canaria y los más atrevidos para América en busca de un porvenir que se les resistía en su pueblo natal.
Ejemplos de familiares numerosas en el municipio de Tías hay muchos pero quizás el más llamativo fue el del matrimonio de don Mateo y doña Andrea, de la Asomada, que tuvieron 21 hijos. Pero también son llamativos en el mismo pueblo de Tías los casos de familias numerosas de los Valientes Fajardo, los García Deniz, Los Fernández, tanto los de Hoyo del Agua como los del Lugar de Arriba, Los Rodríguez Rodríguez, Los Cáceres Ferrer, Los Fajardo, Los Valientes, Los Borges, Los Cañada Robayna, Los Ferrer, entre otras muchas más que no cito por razones de espacio y tiempos.
Les hablo de ese Tías cuando el municipio apenas tenía 3.000 habitantes, se vivía exclusivamente de la agricultura y era mucho más fácil encontrar a alguien poniéndole la albarda a un burro que limpiando un coche. Pero les recuerdo que eso era así en los años 70, hace poco más de 30 años.
El Tías que descubro tres décadas después de aquella visita en plena adolescencia tiene poco que ver con aquel recuerdo. Pero sólo la nostalgia mal entendida puede aspirar a aquella situación. Tías, en la actualidad, tiene mucho que ver con el desarrollo turístico que se inició en La Tiñosa en los años 60, con el desarrollo de la Urbanización Playa Blanca y la Construcción del Hotel Fariones.
Lentamente pero sin pausa, el embrión turístico se fue extendiendo a lo largo de las playas de La Tiñosa, por aquel entonces todavía vírgenes, y se fue transformando la fisonomía paisajística hasta lo que hoy conocemos como Puerto del Carmen pero también la estructura social y demográfica de Tías.
El tirón del turismo, con sus dos principales motores, la construcción y la hostelería, a pleno rendimiento atrajo a gran parte de la mano de obra local que encontró así una salida a la precaria situación económica del campo. No hay familia en Tías que no viviera ese proceso. Poco a poco iban cambiando los ingresos limitadísimos e inciertos del campo por la regularización de su situación laboral, con su sueldo como base contractual. Desaparecen los fiados en las tiendas y bares y se inyecta liquidez a las relaciones comerciales y al consumo.
El boom del sector turístico de los años 80 obliga a la intensificación de la importación de mano de obra foránea, proceso que se había iniciado en los años setenta con la llegada de andaluces, extremeños y gallegos para atender la demanda de mano de obra en la construcción. Muchos de estos peninsulares se sentaron en Tías, se integraron y hoy forma parte de este nuevo Tías.
La incidencia de la inmigración es notoria. De los 3.000 habitantes de finales de los años setenta se pasa a más de 8.000 a finales de los ochenta, explosión demográfica que no ha cesado hasta nuestros días. En la actualidad, Tías tiene una población de 16.000 habitantes, formada fundamentalmente por cerca de 30% por nacidos en Tías, y el resto procedente de Canarias, La Península, principalmente andaluces, gallegos y extremeños pero también vascos, catalanes y de todas las comunidades españolas. La presencia de extranjeros también es más que notable tanto de europeos de la Unión como del resto así como africanos, americanos y asiáticos.
El desarrollo turístico ha transformado de forma más que evidente el municipio y el pueblo de Tías. Pero si antes dije que la nostalgia mal entendida no nos puede llevar a añorar el Tías de los años setenta, aunque mantengamos un buen recuerdo -el Tías rural, con calles sin asfaltar, con reparto del agua en cubas, sin luz eléctrica, sin infraestructuras de ningún tipo-, ahora les quiero recordar que el desarrollo mal entendido también se convierte en un perjuicio social que atenta contra la calidad de vida. Una carretera da calidad de vida; en cambio, muchas carreteras deterioran el paisaje. Un coche da calidad de vida, en cambio, muchos coches contaminan, producen atascos. Una oferta turística equilibrada proporciona calidad de vida, una planta alojativa ilimitada distorsiona el mercado, tiene un impacto negativo en las pautas de crecimiento demográfico y derrocha recursos que pertenecen a las generaciones futuras. Si incidimos en un modelo de desarrollo agotado puede agudizar nuestra perdida de calidad de vida y aumentar nuestra nostalgia por aquel Tías de los años setenta, cuando se iba a comprar a las recordadas y queridas tiendas de doña Dolores o doña Pilar en el Hoyo del Agua, cuando se tardaba toda una mañana en ir a buscar una cesta de uvas a la Geria en burro. Ni una cosa ni la otra.
Por eso Tías que fue la pionera del desarrollo turístico de Lanzarote, que fue el motor económico de la isla, que es el principal municipio turístico de Lanzarote, nos sigue aportando referencias para la esperanza.
El desarrollo turístico del municipio ha aportado riqueza económica. Pero no sólo eso. Hay una riqueza social en Tías, tanto en el pueblo como en el municipio que no se puede obviar, que no se debe obviar. Y que es además un motivo de celebración y de fiesta, razón de más para mencionarlo en la celebración de unas fiestas tan significativas como la Candelaria.
El municipio de Tías ha multiplicado por cinco su población en los últimos treinta años. De los más de 16.000 habitantes que tiene en la actualidad, sólo el 30% han nacido en Tías. Entonces, ese crecimiento poblacional ha sido debido a los procesos migratorios complejos y continuos y aún así hay una plena integración. En Tías, en el municipio, vive gente nacida en Tías, en Lanzarote en el resto de Canarias y en la Península. Además residen ingleses, alemanes, escandinavos, marroquíes, colombianos, chinos, venezolanos, rumanos y una larga lista más. Y se vive sin conflictos. Todos se han integrado. Van a la misma escuela, disfrutan de los mismos servicios y las mismas oportunidades. Tal como están las cosas en otros sitios, estoy convencido de que este es uno de los mayores valores de una sociedad civilizada y moderna. La integración de toda la población, el aceptar que todos forman parte de un mismo proyecto, que todos tienen derechos y obligaciones en su municipio es motivo de reconocimiento. Una sociedad abierta y madura como refleja ser Tías es una garantía de futuro incalculable.
Sobre esta base social, que reconozco y aplaudo, hay que proyectar un modelo económico que garantice la convivencia desde la perspectiva de la sostenibilidad y el bienestar social. En ese aspecto, también creo que se está apostando fuerte en Tías y con un importante respaldo popular.
El desarrollo sostenible, como modelo que garantiza la explotación de los recursos de forma eficiente y racional, la protección del medio y corrige los desequilibrios sociales es la respuesta a las demandas de los vecinos de Tías que están sensibilizados con este tema y me alegra saber que orientan sus esfuerzos hacia estos objetivos.
El pueblo de tías que descubro después de los paseos por sus calles y urbanizaciones para atender con criterio esta invitación a pregonar las fiestas tiene poco que ver con aquel recuerdo mío de los años setenta.
Pero no puedo sentir nostalgia, aunque guardo un bonito recuerdo, por aquella experiencia de campesinos con enormes precariedades, cargados de estrecheces y huérfanos de todo tipo de servicios, cuando percibo un nuevo Tías con unos excelentes servicios municipales, canchas deportivas y una amplia programación de mejora de sus instalaciones educativas, sanitarias y múltiples servicios. Y sobre todo me alegra enormemente el optimismo con que se trabaja para mejorar cada día.
Tías se ha modernizado y diversificado. Pero lo ha hecho, y ese es parte importante de su éxito, manteniendo un vínculo con sus raíces y respetando las tradiciones que aportan los nuevos vecinos. No es casual que los jóvenes sigan poniéndose la ropa de brega en el terrero que lleva el nombre del genial luchador de los años 10 y 20 del siglo pasado “Ulpiano Rodríguez Pérez” y armen luchas con la misma destreza que lo hacían el propio Ulpiano y su hermano Mamerto, Rafaelín Cabrera, Manuel Cabrera, Domingo Calero, José Valiente y Martín Fajardo entre otros destacados luchadores.
Tampoco creo que sea casual que el folclore siga siendo un punto de encuentro privilegiado en el municipio y que los juegos tradicionales se lleven a los colegios y patios de recreo.
Todo ello es motivo de satisfacción y alegría, como lo es también la celebración de estas fiestas que intento pregonar. Con el amplio programa de actos que tienen estas Fiestas seguro que es una buena oportunidad para el divertimento en armonía y seguir apostando por esa integración social que tanto nos agrada.
¡Felices Fiestas de La Candelaria a todos y a divertirse durante estas dos semanas de jolgorio!