Fuente:
Archivo de: Óscar Torres Perdomo y Jesús Perdomo Ramírez
Pregón de las Fiestas de Ntra. Sra. de La Candelaria
Tías 2013
Por: Ramón Díaz Perera
Sres. muy buenas tardes.
Perdonen mí torpeza y atrevimiento de presentarme ante Ustedes sin tener ninguna preparación para ser el pregonero de las fiestas de la Candelaria de este año.
Yo solo voy a hacer comentario a las fiestas de Candelaria de mi niñez y a la evolución que ha tenido el pueblo de Tías a lo largo de mi vida.
En primer lugar, cuando se acercaban las fiestas de Candelaria, ya nuestras madres se iban a Arrecife a comprarnos las ropas para la fiesta de Candelaria; que por cierto, en aquel tiempo no era como ahora que se compra la ropa hecha. En aquel tiempo se compraba la ropa por metros de paño, y luego había que llevársela a una modista o costurera para que te hiciera el traje de las niñas o chaqueta y pantalón sí era de los niños.
También en aquel tiempo se nombraban a unos jóvenes para salir a pedir entre los vecinos del pueblo, y luego esos jóvenes eran los encargados de organizar la fiesta.
Por aquel tiempo las fiestas no eran de mucho esplendor; solo unas docenas de voladores, y algunos entretenimientos para los mayores y los niños. Por mencionar algunos, ahora puedo recordar los juegos de bolas, de cartas de bichillo, la carrera de cintas en bicicleta; y para los más pequeños las carreras de sacos y una piñata.
En la semana de la fiesta, lo más animado en las casas era la matanza del cochino, que entonces ya había carne fresca para la fiesta; y el sobrante se conservaba en sal dentro de una barrica o en un cajón. En la casa que no mataba cochino, compraban un cuarto de animal, que podía ser cerdo, oveja o cabra. O también se acostumbraba a comprar un par de kilos de carne a los matarifes, que en ese tiempo se dedicaban a matar animales y luego vendían la carne que repartían por las casas.
También en esa semana, después de matar el cochino, se amasaba en las casas y se hacía el pan, las magdalenas y bizcochos dulces. Todo esto se hacía, además de la propia carne, en los hornos de leña que había en las casas.
Lo más destacado de la fiesta era la función y procesión, y después por la tarde los juegos. Además, en mi niñez me acuerdo yo que se hacían dos o tres ventorrillos. También venía un tal Paco y otro Acuña a vender helado, que era una de nuestras delicias porque en aquel entonces solo se comía helado por las fiestas del pueblo.
Y aunque las calles del pueblo en ese tiempo no estaban alquitranadas ni había plaza ni parque, se organizaban paseos de los jóvenes en la tarde de las fiestas hasta la hora del “baile de asalto» que era un baile de una o dos horas, hasta lo más tarde las nueve, y luego se iba a cenar para luego empezar el baile a las once o doce de la noche; que por cierto, en aquel tiempo no podían coincidir los bailes y la procesión el mismo día. Había que hacerlos ocho días antes u ocho días después.
2º.- COMO CONOCÍ EL PUEBLO DE TÍAS DE LOS AÑOS 40 AL 50
El ayuntamiento no tenía edificio propio, estaba en una casa alquilada al igual que la sociedad.
En el pueblo tampoco había teléfono; el primer teléfono que yo conocí era militar y había dos soldados a cargo de la centralita telefónica.
Tanto el ayuntamiento como la centralita de teléfono, estaba en una casa que había al otro lado de la carretera donde hoy está la farmacia de Don Santiago.
El ayuntamiento lo componían la corporación y el alcalde como es natural, pero no tenía más empleado que el secretario, el Sr. Pepe Luis, y el auxilia Don Lorenzo Álvarez.
También estaba en la misma casa D. Santiago Erimias pero éste pertenecía al juzgado; y además había un guardia municipal que era D. Eusebio García.
Por cierto, por contar una anécdota, a este secretario le robaron unos zapatos y el pillo que se los robó estaba al segundo día con los zapatos puestos, paseándose temprano por la acera del ayuntamiento y le decía al secretario: «¿Qué, no los conoces?»… y el secretario solo se atrevía a decir: «hay que tener poca vergüenza»
No había luz eléctrica, solo se conocían los quinqueles, faroles y velas. Tampoco había radio ni televisión.
No había agua corriente, el agua de la lluvia se recogía en los aljibes y cuando en una casa se terminaba el agua, si había cerca algún vecino que le vendiera unas cuantas pipas, se transportaba en barricas en camellos; sino había que encargar una cuba de un camión.
Tampoco había fotógrafos en mi niñez. Cuando nuestros padres por algún acontecimiento querían hacernos una fotografía nos llevaban a Arrecife, a casa de Doña María, ¡que por cierto!, tenía una de aquellas cámaras antiguas, montada sobre un trípode y tapada con un paño negro, y al hacerte la foto metía la cabeza bajo el trapo… ¡Los chiquillos nos asustábamos y no vean ustedes lo que costaba hacer la foto!
El primer fotógrafo que yo conocí por aquí, se llamaba Don Marcelino, y era quien hacía las fotografías por las fiestas de Candelaria y San Antonio, en los bailes, y en las bodas.
El pueblo por aquella época, se componía de labradores del campo y ganaderos. Por cierto, era una agricultura muy rudimentaria, nada de mecanización.
Una de las cosas más habituales era el hacer los semilleros de cebollinos y tomates. Había que sacar el agua del aljibe a cubos y después regarlos manualmente con un regador. Eso sí, había en todas las casas dos o tres cabras o algunas más, que daban el desayuno y la cena. El desayuno de leche recién ordeñada calentita con un poco de gofio era un manjar.
Ya en mi adolescencia y juventud, por los años 50 al 60 pues eran iguales, la España de las alpargatas.
Por los años 52 o 53, vino a España Míster Marshall, un americano que le abrió un poco la mano a España. Se instalaron en Arrecife las factorías conserveras de pescado, que dieron mucho trabajo. La pesca se organizó principalmente en el banco Sahariano, que por aquel entonces era español, y en Guinea Ecuatorial.
Aunque el trabajo de la pesca era muy duro, los hombres se embarcaban de seis a ocho meses en la pesca grande, y de tres a cuatro en la pesca chica.
También se abrió la emigración a Venezuela y mucha gente se fue a aquel país porque tenían trabajo desde que llegaban y encima, el cambio del bolívar estaba muy alto con respecto a la peseta.
Aquí continuábamos muy atrasados, pero ya empezaba a haber algo de trabajo en obras por Arrecife. La construcción en aquella época era muy dura, ya que los cimientos de las obras se hacían a pico y pala, y las paredes se hacían de cantos que podían pesar de 50 a 60 Kilos.
De los años 60 al 70, ya la agricultura empieza a decaer, pues mucha gente se va a Venezuela, otros a la pesca y otros a las factorías de pescado.
El tomate y la cebolla ya empiezan a ir para atrás, pues en Andalucía, sobre todo en Almería, comienzan a construir invernaderos con lo cual ya tienen cosechas de tomates en pleno invierno que hasta entonces era la salvación que teníamos los de aquí, que en la península en invierno no tenían tomates.
Lo mismo ocurrió con las salinas. Todo el pescado y la carne se conservaban en sal, pero al llegar los frigoríficos, con el frío ya la sal perdía su valor y su utilización.
Aunque el pueblo seguía en la misma rutina, ya por los años 65 o 66 llega la luz eléctrica, pero no para todo el pueblo; un poco por el centro que después con los años se fue extendiendo por todo el pueblo.
También por esas fechas empieza a llegar algo de turismo, muy poco, pero como la peseta estaba muy baja y ellos venían con marcos, libras esterlinas y dólares, al cambio se les hacía un montón; y como las cosas aquí para ellos estaban muy baratas pues se daban la vida de turistas.
Por los años 60 no había otros medios de noticias que la radio de pilas. En los años de mi adolescencia no había cine.
Solo por las fiestas de la Candelaria y San Antonio, hubo una maestra y Lila que empezaron con las chicas del pueblo a representar algunas obras de teatro. Más tarde el cura D. José Quintero trajo una máquina de cine portátil y posteriormente también Don Antonio Rodríguez.
El párroco que había por los años 60 y parte de los 70, era una persona muy celosa con la religión, pero también se preocupaba por la cultura y bienestar de las gentes del pueblo ya que él entendía que el pueblo estaba con mucha falta de desarrollo. Entre otras cosas, trabajó por hacer cine portátil para entretener a la juventud y también se percató de la necesidad de una iglesia en el centro del pueblo para lo cual se molestó en dar los pasos necesarios para hacer la iglesia que hoy tenemos de San Antonio.
Por los años 60 al 70, los solares en el pueblo tenían muy poco valor y los dueños de los mismos no eran tan materialistas como ahora; así que cuando una pareja de jóvenes querían casarse, muchas veces les era regalado un solar para que hicieran su casa incluso sin ser le familia. Pues lo mismo ocurrió con el solar de la iglesia.
Don José, el párroco se entrevistó con Don José Calero Mesa y le solicitó el terreno que tenía aquí en Tías que ocupaba lo que hoy es la iglesia, la plaza, la casa del Sr. cura y aún tiene solar por detrás. Todo eso fue regalado ton José Calero Mesa.
Ahora mismo no se la fecha exacta, pero por los años 64 o 65 más o menos, se sentó la primera piedra un día de Cristo Rey, por el mes de Octubre. Y con la ayuda de los vecinos, que unos colaboraban con dinero, otros prestaban semanas de trabajo y otros, material, se fue levantando la obra bajo la dirección de Don Basilio Rodríguez como albañil y Don Ignacio Felipe.
Bajo mi punto de vista, en el pueblo de Tías tenemos una deuda histórica con Don José Quintero.
Ya por los años 70 comienza mi vida laboral en Correos, que por aquel entonces no tenía oficina propia, por lo que te permitía tenerlo en tu casa y compaginarlo con otra actividad como fue mi caso, que lo compaginaba con una tienda de comestibles.
En aquella época, Correos tenía poco movimiento en Tías pues no había correspondencia comercial; solo familiar de las madres que tenían sus hijos en el servicio militar, de las novias y de los emigrantes en Venezuela o algún otro país, Al no haber ni luz, ni teléfono, ni agua corriente, tampoco existían los recibos.
Con la aparición de la luz eléctrica, el agua, el teléfono y la supresión del servicio militar, es cuando cambia el tipo de correspondencia y se observa menos correspondencia familiar y más del tipo comercial; pues la gente ya empieza a usar el teléfono.
Dicho de otra manera; en los comienzos la llegada del cartero era motivo de entusiasmo pues se relacionaba con cartas de allegados y en cambio hoy día, se recibe al cartero con cierta inquietud por si me traerá una multa o un recibo impagado, etc.
Como anécdota para que se aprecie el rápido crecimiento del pueblo, cuando yo comencé en Correos, solamente tenía una hora de servicio y 12 kilómetros de recorrido; y cuando me retiré en el año 2.007 ya habíamos 4 personas, de los cuales 3 eran laborables fijos y yo con plaza de funcionario.
Por esta época, los habitantes del pueblo empiezan a trabajar en las casas de los turistas, en los bares y en el Hotel Fariones, que fue el primer hotel que se construyó aquí. A partir de entonces, ya la gente del pueblo va abandonando la agricultura para trabajar en el sector servicios.
Con la llegada de la democracia, Marruecos organiza “La Marcha Verde” hacia el Sahara español y en poco tiempo, éste pasa a ser marroquí, Las fuerzas militares españolas se retiran y lo mismo ocurre con las empres y los trabajadores que allí había ido. Por nombrar una que se instaló aquí en Tías, la panadería San Antonio estuvo en el Sahara.
Lo mismo ocurrió con la pesca en el banco sahariano al pasar a ser aguas marroquíes. Fue por entonces cuando ocurrió el triste recuerdo para esta isla del ametrallamiento de «El Cruz del Mar». Los barcos se fueron amarrando en el muelle de Puerto de Naos y comenzaron a desguazarlos. Las conserveras al no tener materia prima, tuvieron que cerrar con lo que mucha gente se quedó sin trabajo, la entrega del Sahara fue un tropiezo muy duro para las islas canarias, y sobre todo para las islas orientales de Lanzarote y Fuerteventura.
Entonces ya los habitantes de Tías, se van incorporando al sector servicios y abandonando el sector primario.
Pues yo ¿qué más puedo decirles hoy de mi pueblo, visto por mí y a mí poco alcance de cultura?
Mencionar que a lo largo de los años he podido ver como el pueblo ha evolucionado muchísimo; hoy tenemos buenos servicios, tenemos luz eléctrica, agua corriente, alcantarillado, recogida de basura, tenemos colegio, instituto, centro de salud, farmacias, supermercados, librerías, ferreterías, panaderías, carnicerías, bares y restaurantes, tiendas de ropa y bazares, bancos, transporte público, taxis y un largo etcétera
Con arreglo al pueblo de mi niñez, he podido ver cómo ha evolucionado mucho y para mejor aunque, bajo mi punto de vista, nos hemos volcado sobre el sector servicios olvidando otras industrias y formas de vida
¡Muchas gracias!