Pregón de Tías 2015

Publicado: 6 julio, 2015 en Pregones de Tías

Fuente:
Archivo de: Óscar Torres Perdomo y Jesús Perdomo Ramírez

Pregón de las Fiestas de Ntra. Sra. de La Candelaria
Tías 2015

Por: Cirila  Manuela  Díaz  Caraballo (Mela)

Sr. Alcalde, señores concejales, señoras, señores, muy buenas tardes a todos.
En primer lugar, quiero pedir perdón por mi nerviosismo, que ha ido en aumento desde el día que me propusieron ser la pregonera de estas fiestas de La Candelaria.2015-tias

Por un lado, sorprendida porque no esperaba una invitación así, y por otro, con mucho orgullo, porque estas fiestas y La Candelaria son parte de mi vida.
No voy a contar grandes historias, sólo pretendo narrar de forma muy sencilla mis vivencias.
Nací muy cerca de aquí, y en esta zona del Lugar de Arriba de Tías he residido todos los años de mi vida.
A pesar de las penurias de aquellos tiempos, yo viví una niñez muy feliz, en una familia unida. Mi mayor recuerdo a mi padre: Marcial, que lo tengo en mi mente, desde muy chinijos nos reunía a su alrededor contándonos cuentos, historias, algunas inventadas…
Nuestro barrio, no era lo que se conoce ahora, apenas había una veintena de casas diseminadas, con sus tierras alrededor. Todos los vecinos nos conocíamos, eran muy unidos y se ayudaban unos a otros, especialmente en las labores del campo como plantar cebollino, arrancar la cebada, trillar, etc. y hasta se prestaban los animales cada vez que los necesitaba un vecino.
Los chinijos de mi época ayudábamos con los animales y la agricultura, hacíamos lo que podíamos. También íbamos a vendimiar, coger fruta y moras; recuerdo que un día me llevó mi hermano Pepe en la bicicleta con una caldera a coger moras, pero como el camino de la Vega estaba tan mal, al llegar a casa, las moras se habían convertido en puré.
Fui a la Escuela Pública de Tías, que estaba en la antigua casa del Ayuntamiento, sólo había dos clases para niños y dos para niñas.
Veníamos caminando todos los chinijos y chinijas de Las Cuestas, por una carretera llena de piedras, pasando frío, calor, viento, lluvia… pero estábamos contentos, e incluso mojados cantábamos: » Que llueva, que llueva, la virgen está en la cueva…» y nos metíamos en los charcos.
Nuestra Iglesia de La Candelaria, y digo «nuestra», porque así la siento, porque en ella transcurrió la mayor parte de mi niñez y de todos los chinijos y chinijas del barrio. Desde que tengo uso de razón, recuerdo viniendo a misa todos los domingos a las doce.
La plaza no era así, pues la han reformado varias veces, era de arena y piedras, que cada vez que llovía había que coger palas y sachos para dejarla en condiciones de nuevo. Aquí jugábamos y nos parecía bonita y grandísima.
El día de la Virgen de La Candelaria era lo más importante para nosotras, había función religiosa y procesión con todos los sacerdotes de toda la isla. Venía gente de todos los pueblos, incluso a cumplir promesas entrando de rodillas desde la puerta hasta el altar. Y el día de San Blas también era festivo y había de nuevo procesión y nos entregaban un cordoncito a todos que nos colgábamos al cuello, decían que era para protegernos de la garganta ya que era su patrón.
Esta era la fiesta, ya que en esa época no se hacían verbenas en la plaza, además, los curas no permitían que hubiera bailes si se hacía función religiosa, pasados unos años se comenzaron a realizar verbenas en la plaza, esto era una gran novedad.
En las casas, era el día grande para las familias, se hacían las mejores comidas, se mataban los animales que cada una podía: el cochino, la cabra, el gallo…y se invitaba a los familiares y amigos de fuera del pueblo.
Era casi el único día del año que estrenábamos zapatos y vestidos, que nos cosía una costurera, pues se compraba la tela ya que no había tiendas con la ropa hecha, y ¡que presumidas nos poníamos!
Mi niñez está ligada a la iglesia de La Candelaria y a su plaza, pues para mí y mis amigas era nuestro centro de reuniones y diversión. Llegábamos pronto a misa para hablar, y luego al salir también nos quedábamos en la puerta.
Al terminar la misa, el cura don José Quintero, nos rifaba varias entradas para el cine, que en aquél entonces estaba en el Morro, era nuestro mayor entretenimiento, y ¡Qué bonitas nos parecía las películas de Marisol, Joselito, Manolo Escobar…! fue nuestro primer cine en Tías.
Esta Iglesia, se puede decir que era el mejor teatro del pueblo, pues todo el año tenía actos.
Los más importantes, los de Navidad, desde el mes de noviembre se comenzaba realizando el Portal de Belén, se ensayaba los villancicos, los versos y el rancho para el día 24 que saliera todo perfecto para la misa del gallo, ésta era una noche grandiosa, yo desde muy chinijita participaba de pastorcita y recitaba un verso de navidad.
En mayo, todo el mes teníamos las Novenas de Mayo, comenzábamos mucho tiempo antes a prepararlas, nos reuníamos varias chinijas de Las Cuestas y cada tarde, después de llegar de la escuela, volvíamos caminando al pavón a casa de Mary Nieves Ferrer que era una jovencita que nos enseñaba y nos ensayaba los versos para recitarlos a la virgen con otras chiinijas del pueblo, esto era repetir y repetir hasta que lo hiciéramos bien para nuestra novena.
Cada domingo le tocaba a un pueblo del municipio, cada grupo realizaba un altar, forrando cajillas de los tomates con sábanas blancas, muchas velas y flores, y traían sus niñas para recitar los versos.
Las flores, las pedíamos casa por casa, ya que todas tenían un patio y un jardín, así como el dinero para las velas con lo que participaba también la gente.
En la plaza, nos pasábamos la tarde jugando en unión todas las niñas que venían de Mácher, La Asomada, Conil, Masdache
y Puerto del Carmen. Aunque nos conocíamos todas y nos llevábamos bien, existía un pique sano de ver a quién le salía
mejor.
Al finalizar las novenas, se iban todos caminando, pues eran pocos los coches, y se prefería así porque era más divertido, era una fiesta, y ¡cuántas parejas de novios se formaron de estas reuniones!
En las tardes de los domingos, nos reuníamos unas cuantas chinijas en la plaza para jugar, hablar y ver las bodas que hacían en la iglesia. Recuerdo que un domingo nos dijo el cura: yo voy a estar en la sacristía y me avisan cuando llegan los novios.
Llegaron dos hombres y dos mujeres en un coche y nosotras seguimos jugando, y al rato salió el cura y nos dijo: ¿por qué no me avisaron? Estos eran los novios y los padrinos, no vino nadie más, era una señora mayorcita de La Tiñosa, y nosotras esperábamos una chica con traje blanco de cola.
Desde que nací, mi vida ha estado ligada a la música, pues mi padre, mis tíos, mis hermanos, todos tocaban la guitarra, el timple, etc., y además les gustaba cantar.
Esto lo viví día a día, al constituirse la Rondalla Agrupación Infantil de Tías, con siete años comencé a bailar.
Casi todos los miembros éramos del Lugar de Arriba y ensayábamos en la casa de Cristóbal Cabrera que hoy sólo queda el árbol y unas paredes. Con el baile de la rondalla estuve muchos años hasta que pasamos a la Agrupación folklórica San Antonio.
Otra de mis ilusiones era saber tocar la guitarra y por eso comencé estudiando solfeo con Gervasio, y luego con Pepe Artilles al cual ya conocía de mis pinitos como cantante, bueno es que también me gustaba cantar y me ensayaba él con el piano para participar en los distintos festivales de la canción de las fiestas de los pueblos, ganando algún premio. Más tarde participé en la Escuela de folklore de Tías y seguidamente en el grupo Guágaro.
Como dije al principio, siempre he residido en este pueblo, en este barrio del que me siento muy orgullosa y no tengo intención de cambiar. Nuestra gente del Lugar de Arriba, siempre ha tenido fama de ser los más participativos del municipio, y les aseguro que es verdad, desde siempre han colaborado en todo, no sólo con la parte económica, siendo aún más pobres que otros, daban sus donativos para las fiestas, para todo lo que se organizaba y comprar lo necesario, pintar la iglesia, etc. ya que el Ayuntamiento de entonces no lo hacía.
Aunque todos los sábados nos reuníamos para limpiar la iglesia y barrer la plaza, para las fiestas hacíamos limpieza general, y un año, una semana antes del día de La Candelaria nos pusimos a limpiar todos los santos, uno a uno y al limpiar a San Blas, que antes de ser reformado, tenía otra cara, una de las chicas lo restregó tanto con un trapo mojado que lo dejó pálido, luego buscamos coloretes para que estuviera más guapo, y cuando el cura don Luis Matrero lo vio, dijo riéndose: ¿qué le hicieron al pobre hombre?
Además muchas iniciativas partían de aquí, siempre estaban en todas las actividades de las fiestas, los pocos años que se realizaron carrozas para las fiestas se hicieron en Las Cuestas y en el Morro.
Ya siendo más «grandita», nuestras pocas diversiones eran el cine, pues ya habían dos: el del cura y el del canario, y un ratito pasar por la Sociedad Unión Sur, y lo mejor cuando había baile Asalto. Más tarde, ya podíamos ir al baile de la noche, y esto sí que era «tener ganas de fiesta», pues veníamos caminando a oscuras, pues sólo había luz en el Centro del pueblo y a Las Cuestas tardó muchos más años en llegar la electricidad, y la carretera seguía siendo de arena y piedras, por lo que llevábamos «un trapito» para limpiarnos los zapatos antes de llegar.
Algo que también diferencia a la gente de nuestro barrio es la unión y el compañerismo que existió siempre entre chicos y chicas, siempre íbamos y veníamos todos juntos desde Las Cuestas a «La Carretera», al cine, a los bailes de la sociedad….etc. así también nos sentíamos más protegidas. Nos ayudábamos en todo como buenos amigos, y no había diferencias entre chicos y chicas.
Mi primer trabajo lo conseguí gracias a un amigo, que en una verbena de La Candelaria me dijo: si quieres trabajar, pásate el lunes por la panadería San Antonio. Fui y el martes quedé trabajando, hasta la fecha de hoy.
Esto ha sido parte de mi vida y más de la mitad de ella, y la mejor manera de estar en contacto con todo el pueblo y el municipio. Comencé en un pequeñito local en la misma panadería para venta de pan y dulcería, el cual al pasar los años se ha ido transformando hasta lo que es hoy.
Este trabajo ha sido lo que me ha permitido conocer a mucha gente y que me conozcan tanto, pues han pasado diferentes generaciones, los niños que comenzaron a ir con sus padres, hoy ellos son padres y llevan a sus hijos, aquí todos sabemos que muchos cuando van a ir a la panadería dicen: voy a «Casa Mela».
Sabemos que este pueblo ha evolucionado mucho, estas vivencias son de tanta felicidad que me parece que son de ayer, nuestras costumbres no pueden quedar en el olvido, y debemos transmitir nuestra historia y que los chinijos de hoy sean tan felices como éramos los de nuestra época.
Espero que no se pierda la forma de ser de nuestra gente, les deseo a todos, de corazón que disfruten de estas fiestas, nuestras fiestas de La Candelaria y San Blas.

Muchísimas gracias. ¡Felices Fiestas!

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