Fuente:
Archivo de: Óscar Torres Perdomo y Jesús Perdomo Ramírez
Pregón de las Fiestas de Ntra. Sra. del Carmen
Puerto del Carmen 1995
Por: Francisco Perdomo de Quintana
Buenas noches. Sr. Alcalde. Concejales, señoras y señores:
Suele decirse, y con razón, que el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla.
Por eso, esta noche me gustaría hacer un repaso a vuelapluma por la histoRia de este pueblo de Puerto del Carmen – hasta no hace mucho tiempo denominada La Tiñosa – y por la del municipio de Tías, en general, pues, en mi opinión, la misma es un fiel reflejo de la historia de la isla toda.
Al igual que el resto de Lanzarote, Tías subsistió durante siglos de la agricultura y la pesca. Y fue precisamente en este término municipal donde comenzó a desarrollarse la industria sobre la que, en la actualidad, se asienta de manera principal la economía lanzaroteño, que no es otra que el turismo. Yo, en mi calidad de Secretario del Ayuntamiento de Tías durante los últimos doce años fui testigo privilegiado del segundo gran impulso que experimentó la industria turística en este municipio.
A lo largo de las centurias que van desde la conquista de la isla por los aventureros franconormandos comandados por Jean de Bethencourt hasta la construcción de los primeros hoteles y complejos de apartamentos, la pequeña historia de Tías y de La Tiñosa estuvo marcada por los azorosos vaivenes de los cielos y de la mar. Si no llovía o había malos tiempos, agricultores y pescadores se veían obligados a sufrir impotentes las miserias más extremas. No obstante, aquella raza de hombres y mujeres curtidos por la adversidad sabía arrostrar las dificultades de su penosa existencia con una entereza de ánimo digna de la mayor de las admiraciones. A este respecto, el ilustre historiador lanzaroteño – o lanciloteño – como el gustaba de llamarse-. Agustín de la Hoz, glosaba en su estupenda obra “Lanzarote” con palabras conmovidas el asombro que suscitaba en su alma el coraje de los tiñoseos.
“Los pescadores de la Tiñosa se ausentan del caserío para para hacer la zafra corvinera a bordo de la flota insular. El marinero de La Tiñosa está, pues, seis meses en Cabo Blanco y seis meses en su pueblo natal , donde dedicaba sus esfuerzos y sus amores a los barquillos y chinchorros, por lo que resulta ser el pescador más laborioso de Lanzarote, trabajando el año entero, contrariamente al clásico “roncote” insular que se pasa seis meses anclado en la mar y seis meses disfrutando de la cantina de la tierra. En el trabajo un marino tiñosero es tambien superior a los demás roncotes, porque vive siempre cara al mar, dominándolo, con el objeto de sacar de él los más abundantes beneficios. Por la pericia con que gobierna, desde niño a los timones, es designado enseguida como patrón de lancha, y acaso ahí tenga n tal vez su éxito, como causa esencial de su atávica vocación”.
De la mujer de la Tiñosa – dice de la Hoz – es fuerte colorada y de gran salud. Su trabajo, hasta hace bien poco, consistía en la cura del pescado que sus hombres capturaban durante los seis meses de permanencia en tierra, pero ahora, se concitan en los almacenes de empaquetados de tomates. En este nuevo oficio andan ya hartamente capacitadas, no sólo por lo que rinden, sino por lo incansables que resultan. Son excelentes cantadoras y las cosas del mar se funden de tal modo en sus voces, que las canciones salidas de ellas parecen el talismán de sus propios corazones.
Pese a todo esto, en muchas ocasiones, la única vía para no perecer de hambre o de sed era la de abandonar la isla para buscar en otras tierras el bienestar que en la suya que se les negaba.
Curioseando en los libros de actas de los plenos celebrados por el ayuntamiento de Tías durante el pasado siglo descubrí la siguiente sucesión de hechos que, a mi entender, refleja de manera harto gráfica las audaces iniciativas que, incluso los mas destacados ciudadanos, adoptaban cuando la necesidad los impelía.
Así, narraré ahora la fuga que emprendió, durante la hambruna de la década de los setenta del siglo XX, nada menos que todo un alcalde del municipio. Para conservar el sabor del lenguaje administrativo de aquella época calamitosa, citare textualmente las dos actas que dan cuenta de este suceso. La primera fechada el 24 de febrero de 1878 expone la negativa del pleno a dar permiso al alcalde para que este emigrase. Y dice así:
“Reunido el Ayuntamiento de este pueblo, compuesto de los individuos del margen, bajo la presidencia del Alcalde don Marcial Cabrera Déniz se dio conocimiento de un escrito de éste por el cual solicita se le exonere del cargo de Alcalde que ejerce, para trasladarse con su familia a la República de Uruguay, y después de una detenida deliberación, se acordó que mediante a que los demás individuos del Pleno atraviesan por iguales circunstancias y, que de conceder la gracia que el alcalde solicita, habría que concedérselas a todos los demás que lo pretendan, lo que daría por resultado quedar en Pleno en memorias y parada por consiguiente la administración de este pueblo, no ha lugar a lo que dicho alcalde solicita, pudiendo recurrir donde corresponda”.
En la segunda acta de un pleno celebrado tres meses después, concretamente el 22 de mayo del mismo año, se narra el cómico desenlace de esta historia un tanto rocambolesca: el alcalde en lugar de recurrir, decidió darse a la fuga. Así reza el acta:
Reunido el ayuntamiento, compuesto de los individuos del margen, bajo la presidencia del Alcalde, dícese Teniente de alcalde, se dio conocimiento al cuerpo como ayer terminaron los ocho días de ausencia del alcalde sin que el que suscribe tenga entendida licencia alguna al efecto ni sepa con certeza su paradero. En su vista el Ayuntamiento acordó se ponga este hecho en conocimiento del Excelentísimo Gobernador Civil en evitación de algún perjuicio de este cuerpo, haciéndosele a la vez entender que según las noticias del público adquiridas, el señor alcalde, Don Marcial Cabrera, se ha ausentado con intento de trasladarse a Montevideo”.
Si el hambre obligaba a individuos tan principales como el alcalde y los Concejales del Ayuntamiento, imagínense ustedes el estado de abatimiento en que se encontraría el pueblo llano.
De manera bastante más dramática, describió tambien el doctor Verneau en su obra “Cinco años de distancia en las Islas Canarias” la impresión que le produjo la contemplación de unos pobres lanzaroteños que recién acababan de arribar a Tenerife, huyendo de la miseria.
“De 1871 a 1879, no llovió en Lanzarote ni en Fuerteventura. Ante este largo período de sequía y a pesar del esfuerzo que se hizo para o desperdiciar la provisión recogida, esta se agotó rápidamente. Entonces, todos los habitantes se vieron obligados a emigrar. He visto llegar a Tenerife a esos desgraciados, muriendo casi de inanición, llevando consigo a los animales que habían sobrevivido. Fue un espectáculo que difícilmente olvidaré. Una gran cantidad de habitantes emigraron a América en esa época, abandonando sus casas que se ven caer hoy en ruinas, lo que seguro no contribuye a alegrar el paisaje”.
Y por si fueran pocas las tribulaciones referidas, a veces, en aquellas obligas emigraciones de la tierra que los vio nacer hacia el exilio, muchos lanzaroteños perecían durante el viaje de las mas lastimosas de las maneras, tal y como nos recuerda el eximio historiador José agustín Alvarez Rixo.
“De 400 hombres que sacó de tripulación – cuenta de uno de estos viajes – 110 habían muerto de escorbuto en la travesía y los demás venían enfermos dando alaridos, sin quedar mas de 30 sanos”.
De otra travesía Alvarez Rixo narra lo siguiente:
“Pero siendo tan excesivo el número de gente para la cabida de la goleta, no podían menearse, conociéndose a los pocos días que no podía navegarse así: y que para tanta chusma iba a faltar el agua. Acercándose al Africa, hacia Cabo Verde y el Senegal, contrajeron las calenturas, enfermaron y murieron a docenas, entre ellos el piloto don Manuel de Torres. Y extraviados sin conocer su paradero les halló, socorrió y condujo a la Guadalupe o Martinica una fragata de guerra francesa, desde cuyas islas pasaron a la de Puerto Rico los pocos escapados de la muerte”.
Según testimonio del mismo autor se llegaron a registrar incluso casos de canibalismo.
“Pero la más horrorosa y vergonzosa de las expediciones- cuenta – fue la que en el bergantín goleta “ Lucrecia” hicieron el año 1836 Don Francisco y don Antonio Morales donde tomaron parte de los pasajeros en Arrecife y en Puerto de Cabras. La codicia o la ignorancia les cegó, contratando más que los que cabían en su nave. Y al ver que en ella ya o había plaza, picaron los cables, e hicieron velas con quinientos, dejando en tierra, ya a los hijos, ya a los padres, mujeres o maridos de los embarcados. Redoblándose el dolor y el llanto de los unos y otros, no sólo por la improvisa separación sino por sus terribles resultados, porque todo habían vendido para equiparse y quedaron pidiendo limosna. Aún así secaron mejor los abandonados en su ribera nativa. Pero a los de a bordo faltaron los víveres, se apuró todo, siendo tanta el hambre que se sortearon e hicieron antropófagos.
Tal estado de calamidad perduró hasta la mitad de la década de los años sesenta, cuando, gracias a la audacia de dos hijos de esta isla: los hermanos D. Antonio y D. Manuel Díaz Rijo, se construye en Lanzarote la primera planta desaladora de agua del mar que comenzó a funcionar en el mundo. Como todos los pioneros, tambien ellos fueron, al principio, calificados de locos, aunque, al final, el tiempo acabó por darles la razón, pese a lo cual aún en estos días corren no se les haya reconocido sus méritos.
Aquella primera potabilizadora, que producía2.300 metros cúbicos diarios de agua, posibilitó que, precisamente, aquí, en La Tiñosa , o Puerto del armen, como ustedes prefieran, se construye el primer establecimiento turístico de Tías: el hotel Faraones.
El resto es de sobra conocido por todos ustedes. A partir de los años setenta, recuerda el investigador Jorge Ezequiel Acosta Rodríguez, comienzan a construirse multitud de plazas extrahoteleras, a las que se añade el hotel San Antonio. De esta manera, Tías se convirtió en el municipio con más camas turísticas de la toda la isla, lugar preeminente que no ha abandonado hasta la actualidad.
Cambia, pues, de manera fundamental, como nos vuelve a indicar Acosta Rodríguez, la orientación económica del municipio, que pasad e una economía basada en la pesca y agricultura, a una economía basada casi exclusivamente en el turismo, a cuyo desarrollo debe la Tiñosa, Tías y toda Lanzarote su actual estado de bienestar.
Ahora, y a esto quería yo llegar, debemos ser cautos. Mimar esta gran fuente de recursos que nos proporcionan los millones de visitantes que vienen hasta aquí para disfrutar de nuestro clima y nuestras playas, sin olvidarnos de mantener tambien los otros dos pilares de nuestra economía: la agricultura y la pesca, actividad esta última de vital importancia aún para muchas familias de este casco histórico de La Tiñosa.
Y no quiero acabar sin pedirles excusas por el apresuramiento con que han sido redactadas estas líneas que lo único que han pretendido es, como dije al principio, recordar, siquiera someramente, nuestra pasada historia para que no nos veamos obligado a repetirla.
Gracias por su amable atención. Buenas noches.