Pregón de Puerto del Carmen 2007

Publicado: 7 julio, 2015 en Pregones de Puerto del Carmen

Fuente:
Archivo de: Óscar Torres Perdomo y Jesús Perdomo Ramírez

Pregón de las Fiestas de Ntra. Sra. del Carmen
Puerto del Carmen  2007
Por:  Blanca  Castellano Rodríguez
Blanca- fariones2


“Recuerdos de mi infancia y Juventud»

Señor alcalde, estimado público:

Es para mí un honor ser la pregonera de las fiestas Patronales de Ntra. Sra. del Carmen 2007, del pueblo que me vio nacer, La Tiñosa, hoy Puerto del Carmen.
Quiero comenzar haciendo un recorrido a través del tiempo, con los recuerdos que aún perviven en mi memoria, sobre cómo era el pueblo y sus gentes durante mi infancia y juventud.

En primer lugar, recuerdo un pueblo con pequeños núcleos de población, distribuidos por zonas y con diferentes denominaciones:

«El Varadero», «EL «Poril»», «C’a frecho» o «Cagafrecho», «El Cabaero», «Los Mojones», «El Risco», entre otros. Entre «El «Poril»» y «El Varadero», junto a la actual plaza del pueblo, nací y me crié.

Los recuerdos de cómo era la zona en aquella época distan mucho de cómo es en la actualidad. Recuer¬do con añoranza, por ejemplo, «La marea de Seña Celia», denominada así porque ese era el nombre de mi abuela que por allí vivía; sus riscos, que mi padre atravesaba con la chalana al hombro y camina¬ba por ellos como si de un llano se tratase; las cuevas que en ellos había y en las que, en ocasiones, me adentraba para coger los huevos que las gallinas ponían; sus charcos, que cuando bajaba la marea nos permitía coger: cabo¬zos, camaleones, «burgaos», lapas, pulpos, cangrejos, carnada de viejas .. y hasta cantarle a las morenas para que salieran del veril. En ella también nos bañábamos y nos divertíamos sacando fondo en «La Hondura», o ir nadando hasta llegar a distintas piedras, a las cuales les habíamos puesto nombres, como por ejemplo: «La Peña», «El Picacho» y en la zona del «Poril» «El Burro», que aún hoy permanece allí, o para jugar a las casitas, al «tangue», a la bola etc.

Al lado de «La marea de Seña Celia», también estaban «La marea de Rosa», «La marea de Juana» y «El «Poril»». Cuando la marea bajaba podíamos distinguir lo que llamábamos» El Bajo». Pero sobre todo, recuerdo los ratos de charla con mi amiga Yolanda, que en ocasiones, perdíamos la noción del tiempo hablando hasta que nuestras respectivas madres nos llamaban para comer. Allí planeamos nuestro primer viaje fuera de la isla, concretamente a la isla de Tenerife. Nos costó convencer a nuestras familias, pero al final lo logramos.

Recuerdo también, las pequeñas embarcaciones a remo que se fondeaban en la zona del «Poril» y del «Varadero» y cómo la vida del pueblo giraba en torno a la pesca, donde familias enteras vivían de la misma y todos alrededor de los montones de pescado, colaboraban en las distintas tareas: destriparlo, jarearlo, sazonarlo, tenderlo, etc. Cuando era pequeña, me recorría el pueblo llevando a las distintas familias que trabajaban con mi padre en la pesca, lo poco que ganaban envuelto en un papel y cada uno con su nombre para no equivocarme.

De la zona del «Cabaero» recuerdo la etapa de cuando asistía al colegio, y a mi maestra, Doña Concha, que se empeñó en que yo fuera al instituto y fue así como con el paso del tiempo yo estudiara también para maestra. Un poco más abajo, estaba la escuela de Don Paco, en el actual Centro de Mayores. Él daba clases a los niños y Doña Concha a las niñas.

Eran tiempos difíciles, pero todos nos conocíamos en el pueblo y sabíamos donde vivía cada uno. Las puertas de las casas podían permanecer abiertas, que no pasaba nada, existía el respeto hacia lo ajeno. Eran tiempos donde el agua corriente, la luz eléctrica, no llegaba al pueblo y había que trabajar mucho para alimentar a la familia que, en muchas ocasiones, era numerosa. Por este motivo, cada miembro de la misma intentaba aportar algo a la econo¬mía familiar, así las mujeres, colaboraban trabajando en los empaquetados de tomates o recogiendo y descabezando cebollas; además del cuidado de sus hijos, realizaban las labores propias del hogar y algunas también ayudaban a sus maridos en las faena de la pesca; los hijos, participaban con sus padres en la pesca o trabajando en los empa¬quetados, por lo que dejaban de asistir al colegio a edades muy tempranas.

Muchos marineros se veían obligados a trabajar en la pesca de altura lo que suponía ir a «La Costa de África» y permanecer allí varios meses, por lo cual se esperaba su regreso, que solía ser a finales del mes de julio o principios de agosto, para poder celebrar las fiestas de Ntra. Sra. del Carmen, de ahí que nuestras fiestas no se celebren el 16 de julio, festividad de la patrona de los marineros.
Por aquella época, las fiestas se celebraban de diferente manera que en la actualidad; eran del pueblo y para el pueblo, ya que éste era quien las financiaba y organizaba. La comisión de fiestas iba por las distintas casas solicitan¬do aportaciones económicas a las diferentes familias y cada una colaboraba en la medida de sus posibilidades.

Entre los actos que se programaban recuerdo: las carreras de cintas en bicicleta, carreras de sacos, la cucaña, regata de «jolateros», la lucha canaria entre solteros y casados, partidos de fútbol al que llamaban «de las viejas glorias», etc. No había feria, pero los «chinijos» nos divertíamos con los distintos juegos programados. Los actos centrales de la fiesta eran las procesiones de la virgen del Carmen: marítima y terrestre, que atraían gran cantidad de personas de otros lugares de la isla.

Al no existir la plaza del pueblo los actos programados se desarrollaban en diferentes rincones del pueblo, por ejemplo, la lucha canaria se celebraba detrás de «las casas de Cabrera», las carreras de cinta en bicicleta en la zona del «Cabaero», o la elección de la reina de las fiestas detrás de la iglesia.

Hoy en día, me llama la atención que para lo pequeño que era el pueblo por aquel entonces, existieran tantas tiendas de comestibles, unas tan cercanas a las otras, las denominadas de aceite y vinagre.

Recuerdo, por ejemplo: la tienda de Amelia, la de Ubalda, la de Mercedes, la de María, la de Josefina, la de Eufrasia, la de Antonia Curbelo, la de Pepe Pérez o la del matrimonio formado por Benito y Paula. Estas tiendas servían además de para comprar, para comentar los distintos acontecimientos que acaecían en el pueblo, para que los hombres se tomasen un vino etc. Les daba vida al pueblo. En ellas se vendían de casi todo y la mayoría de las cosas a granel. Recuerdo la habilidad de las tenderas para envolver el azúcar, los granos etc. En estas tiendas se permitía fiar, hasta que las familias tuviesen dinero para pagar.

De todas ellas, la que más frecuen¬taba eran la de Ubalda y la de Amelia porque eran las más cercanas a mi casa. Concretamente, a la de Amelia, se podía ir a cualquier hora porque ella siempre despachaba aunque la tienda estuviera cerrada, simplemente con tocar en la puerta, ella preguntaba ¿quién es? Si la otra persona respondía: «Paz», eso bastaba para abrir la puerta.

En aquella época, la leche que tornábamos era de cabras, que traían del campo en grandes lecheras y que luego se vendían en algunas de esas tiendas y ahí iba yo también a comprarla con la lecherita.

En el pueblo recuerdo también la existencia de dos cines: El del Cura y el de Don Antonio o Antoñito «El canario». El denominado el del Cura, donde las películas se proyectaban en la iglesia, que por aquel entonces, no tenía techo y el suelo era de picón. La misa se celebraba en la Sacristía. Posteriormente, recuerdo también que se proyectaban películas en una especie de almacén. En el cine de Don Antonio también se celebraban bailes por lo que mis primeros bailes de adolescente fueron allí.

Con la luz eléctrica llegaron los primeros televisores al pueblo, fue todo un acontecimiento, pues aunque una sola familia comprara un televisor, se veía la televisión de forma comunitaria, hasta que cada familia podía permitirse comprarse la suya propia. Otro tanto pasó con el teléfono, pues por ejemplo, mi familia no tenía ninguno hasta que me fui a estudiar a Las Palmas de G.C. y cuando llegaba de vacacio¬nes mi vecina Ubalda me permitía usar el suyo.

Antes de que hubiese agua corriente, muchas de las casas poseían aljibe. Cuando el agua de la lluvia era insuficiente, se traía el agua en cubas en los camiones de la familia Ferrer. Recuerdo también la aljibe del Cabildo, que se encontraba ubicada donde está hoy el Centro Comercial «La Biosfera».

Los medios de transportes eran escasos y me vienen a la memoria algunos como: la guagüita de Evaristo, los camiones de: Gonzalo, Nemesio y los de Ferrer, que ya he mencionado. Las guaguas que hacían el recorrido entre la Tiñosa hasta Arrecife y viceversa eran poco frecuentes, pues solo tenían un par de servicios diarios.

Recuerdo también la cartería de Federico, que en muchas oca¬siones, cuando esta estaba cerrada no podíamos comprar los sellos, y se dejaba la carta junto con el importe del sello dentro del buzón, y ya él se encargaba de sellarla, llegando ésta siempre a su destino.

En el pueblo también habían alguna que otra cantina y bares y por cercanía a mi casa, el bar que más recuerdo era el de Manuel Viñas y posteriormente el del «Canillas» donde los hombres pasaban sus ratos de ocio jugando a la baraja o echando una partida a las bolas.

Al no existir la figura del médico en el pueblo, la gente hacía sus propios remedios caseros y rituales para curar algunas enfermedades. Algunas mujeres del pueblo asistían a los partos, ponían inyecciones, santiguaban del mal de ojo, curaban del pomo, etc. Eran tiempos en que se contaban historias de fantasmas y de apariciones.

Con la llegada del turismo, el pueblo fue sufriendo una serie de transformaciones que incluso afectó a su nombre. La pesca y la agricultura fueron dando paso al sector servicios. Los propios marineros se tuvieron que adaptar a los nuevos tiempos y comenzaron a llevar turistas en sus barcos, que fueron modernizando a medida que pasaba el tiempo, dejaron, por tanto, de ser barquillos impulsados por el viento cuando se desplegaban sus velas o por la fuerza de las personas cuando bogaban con sus remos, para ser impulsados a motor y se fueron haciendo cada vez de mayor tamaño. iHasta el tipo de pesca fue cambiandol. Si antes se pescaba a la boga, la caballa, la sardina… Hoy la principal fuente de ingresos en este sector es la pesca del atún.

Se construyó el primer hotel: «Fariones» y una serie de bungalow a su alrededor, en la zona de las playas, ya partir de ahí la construcción ha sido imparable. Estas construcciones afectaron también al casco antiguo del pueblo y pude ver como mi querida y añorada «Marea de Seña Celia» fue sepultada entre escombros para dar paso a la explanada del Varadero donde está ubicada la actual plaza del pueblo, centro de reunión para jugar a la bola, celebrar los actos de las fiestas patronales, tomar unas copas etc.

Frente al hotel «Fariones» se construyó, más tarde, el Centro Comercial Playa Blanca, que me trae muy buenos recuerdos porque junto con mis amigas íbamos a pasear y sentarnos en «El Barracuda» para charlar y tomar un refresco.

Antes de esta transformación recuerdo unas playas vírgenes que de vez en cuando se llenaban de marineros calando con el «chinchorro» y como en esa faena también ayudaban algunas mujeres. Por los alrededores de las playas iba con mi abuela para coger hierba para las cabras y para luego hacer los pajeros iQué tiempos aquellos!

Esta transformación económica y social cambió, en gran medida, las costumbres de un pueblo que se fue abriendo al exterior, que hoy en día es conocido en gran parte del extranjero.

Aunque hayan cambiado muchas cosas, algunas tradiciones se mantienen. Una de ellas es la celebración de las fiestas en honor a Ntra. Sra. del Carmen, que se siguen celebrando con la misma ilusión y fervor que antaño.

Con este pregón se abre un nuevo año de estas Fiestas Patronales y desde aquí y para finalizar quiero rendir un merecido homenaje a este pueblo que me vio nacer y a sus gentes, trabajadora y luchadora, y principalmente, a sus marineros, tanto a los presentes como a los que ya no están con nosotros, sin olvidar a sus mujeres que a pesar del sacrificio, trabajo y esfuerzo que han tenido que soportar en tiempos tan difíciles, siempre fueron alegres y cantarinas, pues las recuerdo cantando, incluso, trabajando en los empaquetados de tomate de Lorenzo Viñas y la prueba de lo que he dicho es cierta es la formación de la Coral Marina, la participación en la escuela de Folclore municipal, y el recién constituido grupo folclórico «Guerma».

Unas gentes que han sabido adaptarse a los cambios que ya sufrido este pueblo, pero sin olvidar sus tradiciones y por último quiero terminar con un grito propio de estas fiestas:
¡Vivan las Fiestas del Carmen!

¡Vivan los marinerosl

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