Fuente:
Archivo de: Óscar Torres Perdomo y Jesús Perdomo Ramírez
Pregón de las Fiestas de Ntra. Sra. del Carmen
Puerto del Carmen 2011
Por: Pedro Eugenio Naverán Eiriz
Dignísimas autoridades con vecinos y residentes en la Tiñosa familiares, amigos, Señoras y Señores.
Buenas noches a todos y a todas.
Antes de nada, quiero agradecer la invitación de la comisión de fiestas de puerto del Carmen para que fuera yo este año el pregonero de la festividad de la virgen del Carmen en la Tiñosa.
Me encuentro hoy ante ustedes fue de mi “hábitat” natural, con el encargo de pregonar estas fiestas que hoy se inician.
Dice el diccionario de la real academia de la lengua que pregonar es publicar y hacer notorio en voz alta una cosa.
Y yo me pregunto: ¿cómo podré yo competir en esta tarea con las pescadoras que pregonaban las excelencias del pescado fresco en el paradero por las mañanas?
¿y qué podré pregonar yo esta noche civil y mis antecesores en estos menesteres han exaltado y a la historia de la Tiñosa, las bondades del clima, la belleza de las playas y la cordialidad de las gentes de este puerto?
Por todo ello, el creído más conveniente hablarles esta noche de los aspectos más humanos que han rodeado mi estancia entre ustedes y el ejercicio de mi profesión médica en este lugar tan entrañable y especial para mí.
Yo, como todos los naturales de la Tiñosa vocero unos vínculos personales con el mar. Al mar estoy emparentado por tradición familiar. Soy hijo de un marino vasco y de una Madre gallega. Ambos pueblos, el vasco y el gallego, al igual que el canario, guardan una histórica tradición marinera que se pierde en sus orígenes.
Vino mi Padre destinado a Lanzarote para hacerse cargo de la comandancia de marina, y luego de la escuela de pesca. Durante el ejercicio de su profesión en la isla, tuve la suerte de nacer en ella, junto al resto de mis hermanos más pequeños.
Nací en el mismísimo Puerto Naos de Arrecife. Y me crié en su orilla. Me patio de juegos fue toda la marina de Arrecife, pero sobre todo Porto Naos y el Charco de San Ginés, donde transcurrieron los mejores años de mi infancia y mi juventud. Por tanto, yo comparto con ustedes la misma cultura marinera y pesquera.
Quiso el destino que la fraternal amistad que tenía mi Padre ( Pedro Naverán) con Félix Rodríguez permitiera a mi familia poder veranear en una casa de su propiedad que tenía en la Tiñosa, en las proximidades de la Pila de la Barrilla, conocida hoy como la Playa Chica o Playa de la Barrilla.
Éste hecho permitió que durante varios veranos pudiéramos conocer de cerca al pueblo de la Tiñosa y a muchas de sus gentes.
Incluso, tuvimos la oportunidad de colaborar en la organización de las Fiestas del Carmen que, por aquellas fechas, se hacían en el pueblo. Recuerdo con cariño como con mis hermanos y algunos vecinos de Fariones organizaban las competiciones de natación, las regatas de barquillos o las cucañas en el muelle.
Con posterioridad, en el ejercicio de mi profesión como médico recalé nuevamente en el municipio de Tías. Allí tuve el honor de trabajar con el conocido pediatra Don Miguel Núñez en el Centro de Salud.
Me van a perdonar en este punto recordar, a modo de pequeño homenaje, una anécdota acaecida con este querido colega mío, en aquella época en que nos incorporamos dos médicos jóvenes en Tías.
Un buen día, estábamos los dos nuevos médicos recién llegados con Don Miguel e intercambiábamos impresiones sobre los escasos medios técnicos de que disponíamos para el ejercicio de nuestra profesión. Comentaban Don Miguel que los pediatras de antes, como lo era él, eran mejores médicos que los de ahora.
Y, mientras argumentaba esta afirmación con el joven pediatra que tenía a su lado, me señaló a mí diciendo “y aquí tiene usted un claro ejemplo de lo que le digo. Yo he sido el pediatra de Pedrito” como cariñosamente me llamaban. Hay que decir que yo por aquel entonces, poseía ya esta oronda y generosa humanidad con la que la naturaleza me ha dotado…
Tras mi estancia en el Centro de Salud de Tías, me ofrecieron poder elegir entre Arrecife, Uga y Puerto del Carmen. Y me quedé con la Tiñosa.
Haciendo balance del tiempo pasado, tengo que decir que el ejercicio de mi profesión en este puerto marinero ha sido para mí una de las más hermosas etapas de mi vida profesional y personal.
Me permitió una estrecha y enriquecedora experiencia profesional y personal con los hombres y las mujeres de la Tiñosa y alrededores.
Al principio, el consultorio de Fariones estaba ubicado en este mismo centro cívico en el que nos encontramos esta noche. Y, coincidirán conmigo, en afirmar que este edificio es un auténtico lujo para desarrollar el ejercicio profesional y la atención a los pacientes por su ubicación y por la cercanía e inmediatez con la población y con todo lo que ocurre en el pueblo.
Llegar por las mañanas al Varadero era una experiencia reconfortante que me recordaba a mi niñez, por la cercanía del mar, por los olores a pescado, por los sonidos de las gaviotas, por la llegada de los marineros, así como por el trasiego de los barquillos y de la gente que se acercaba a la noveleriar al Muelle.
Recuerdo que, mientras pasábamos consulta, nos llegaban las voces de los barquilleros que arribaban al Varadero y el aroma del mar cercano.
Al poco tiempo, la Administración Sanitaria finalizó las obras del nuevo consultorio en Puerto del Carmen, junto a la Oficina de Correos, las obras tardaron muchísimo. Y al final el pueblo no estaba contento con su ubicación, pues resultaba muy trasmano, sobre todo para las personas mayores, con dificultades y problemas de movilidad reducida.
El comentario más frecuente entre los tiñoseros era: ”Ahora tenemos que ir atenazando hasta allá arriba, hasta la Aljibe del Cabildo.
Lo peor de todo aquello fue el que tuve que explicar que yo no era el culpable de que el nuevo consultorio de salud se ubicará en este lugar. Y a más de uno tuve que convencer de que no había tenido yo nada que ver en el asunto.
Debido a esta circunstancia, comencé a aumentar el número de asistencias médicas a domicilio para todos aquellos pacientes con dificultades reales y que no podían acudir al consultorio. Y fue así como pude comprobar a cuánta amabilidad, cuánto cariño, cuánta generosidad y cuánta solidaridad había en las casas de las gentes de este entrañable Puerto del Carmen.
Ni qué decir tiene que, por mi naturaleza y por mi forma de ser, aquellas visitas médicas se hacían amenas y eternas. Y, aparte de atender a los pacientes, siempre iban acompañadas de entretenidas charlas en las que hablábamos de TODO. Fue así cuando conocí a muchos tiñoseros y tiñoseras que me dieron lecciones de humanidad, de sabiduría, de respeto y de gratitud.
Sin embargo, de estas visitas que se hacían interminables fue una víctima María Jesús, mi mujer. Pues siempre llegaba tarde a mi casa para comer.
Conocí a María Jesús cuando llegue a Lanzarote como estudiante de medicina en periodo de prácticas, siendo ella mi jefa, como coordinadora de los Rotarios del Hospital General. Y, al final, tengo que admitir que me enamoré de ella. Y cuando me vine a dar cuenta se había convertido en la “jefa” de mi casa (que ahora es la suya).
Como les decía antes, muchas fueron las veces en que la dejé de esperando sola, con la mesa puesta, mientras yo me entretenía en mis visitas médicas en La Tiñosa.
Recuerdo, por ejemplo, a los divertidos y chistosos Miguel y Doroteo Eugenio Rodríguez; al risueño Manuel Rodríguez Montero; o también para Aquilino Rodríguez López, cuyo humor y estado de salud en la consulta variaba según se le había dado la partida de dominó.
También recuerdo la abnegación de Amadeo Armas ante la enfermedad de su señora, de quien recibí un pequeño libreto de coplas canarias escrito por ella misma.
La espontaneidad y el humor de María Armas, la alegría de la huerta, que revolucionaba la consulta desde que llegaba.
Tampoco quiero olvidarme de las atenciones de Gertrudis; de la cariñosa bondad de Amelia Batista, de Antonia Robayna, de Ubalda Medina, de las hermanas Luisa y Servanda García o de las Hermanas Otilia y Candelaria Rodríguez, o de Doña Luisa Tavío, que en sus visitas y a los 101 años, sólo me pedía “una unturita”, mientras echaba de comer plácidamente a los patos que nadaban en la marea, debajo de su casa.
Asimismo, no puedo dejar de recordar esta noche el enorme trabajo que realizaban, por una parte, Ana Ruano como la enfermera del consultorio de Fariones; y, por otro, Yolanda Brito como administrativa del centro, sin ellas, mí va labor no hubiese sido la misma. Y a ellas les doy todo mi agradecimiento.
Seguro que me ha olvidado de algunos y algunas, Pido disculpas, de antemano.
Ya han pasado algunos años de todo esto que les narró. Pero todos estos recuerdos siguen vivos en mí punto. Y guardo muchas atenciones inmerecidas y mucho agradecimiento recibido en aquel Puerto del Carmen que conocí y que, poco a poco, se fue transformando y modificando, tanto para bien como para mal.
El pueblo ya casi nunca es aquel puertito bullicioso y alegre de pescadores que nos recibían con júbilo y cariño. La Tiñosa se convirtió en un enclave turístico internacional, de primer orden. Se construyeron urbanizaciones, hoteles, establecimientos de restauración, centros comerciales, avenidas, carreteras, paseos y nuevos equipamientos, hasta convertir esta localidad en una ciudad nueva.
Lejos quedan los orígenes del puerto de la Tiñosa, testimoniados por el ingeniero italiano Leonardo Torriani en 1590, cuando alababa las inmejorables condiciones como puerto, en la zona de la Pica de la Barrilla. Una playa que según se constata desde siglo XVIII, se utilizaba como rada para el embarque de la barilla, después de ser quemada en las inmediaciones, para luego producir la sosa y el jabón.
Luego, se configurará el puerto de pescadores que yo tuve la suerte de conocer en mi juventud, durante el veraneo de mi familia en la Tiñosa.
Y de aquellos años, guardo yo el recuerdo de aquella comunidad de pescadores que festejaba a la Virgen del Carmen cuando regresaban de la pesca en la vecina Costa africana en el mes de julio.
Sin embargo, hoy como ayer, los hijos y los nietos de aquella comunidad seguimos festejando a la misma Virgen del Carmen cuando llegan estas fechas, Se siguen colocando las banderitas de colores y las luces en las calles, organizándose festejos, verbenas y actividades lúdicas para festejar a la patrona de los marineros. Un año más, Puerto del Carmen se engalanaba nuevamente para homenajear a su virgen, para embarcarse con ella y acompañarla en sus barquillos por la bahía. La seguiremos en una procesión a bordo de falugas, chalanas, botes y demás barcos, luciendo banderitas de colores con el eco del repicar de las campanas de la iglesia, con el trepidar violento de los pobladores y haciendo sonar las sirenas de los bancos.
Oiremos de nuevo los acordes de los timples y los cantos de los aires isleños como antaño en el Puerto, rebotando de roca en roca, desde la Pila de la Barrilla al Barranco del Kíkere, tras pasar El Poril y el Varadero. Iremos a los ventorrillos, en los que se mezclará el escándalo de los cochinitos chocones y de las tómbolas con el olor de la carne en adobo, de las sardinas asadas, de los chochos, de los millitos recién hechos, de las nubes de algodón y de las peñas de Manises
Y volveremos a ser niños de nuevo, y recordaremos nuestra infancia y nuestra juventud cuando llegaban las fiestas del Carmen.
Y para ir finalizando mi intervención, recogeré de aquí un párrafo del historiador lanzaroteño Agustín de Hoz, al referirse a este puerto nos dejo esta admirable descripción: “La Tiñosa
La Tiñosa es, en fin un admirable pueblo de
puras y ancestrales costumbres. La Tiñosa es
como un hermoso caracol, donde se puede oír
eternamente la voz del mar.
Muchas gracias por invitarme y desearles, de todo corazón, que pasen unas felices fiestas.