Se cumplen veinte años que San Pedro bajó del mesón a la carretera

Publicado: 10 julio, 2015 en Parroquia

Se cumplen veinte años que San Pedro bajó del mesón a la carretera

Fuente: Programa de las Fiestas de Mácher 2000S.Pedro
Juan Cruz Sepúlveda

Se cumplen veinte años de la llegada de San Pedro a su nueva y definitiva casa junto a la carretera general, frente a la casilla del caminero de Mácher. (casa desaparecida).

Durante largos años el Santo Patrono de Mácher, habitó en el Mesón en unos almacenes habilitados propiedad de la familia Rodríguez, cercanos a la confluencia del camino del Mesón con el de Los Olivos. Allí, con una inmejorable vista panorámica desde donde se divisa el pueblo a todo lo ancho y largo, San Pedro disfrutó de apacibles días, con un inmejorable dominio desde la zona alta hasta el mar y también padeció los agitados días de silbidos de viento, de tardes polvorientas y de cancaneo de puertas.

El San Pedro, de por entonces, compartió vecindad, entre otras casas, con la cantina de Severino, (La Punta) Paco Lemes y luego Pepe Cruz… San Pedro fue testigo en aquel morro de muchos aconteceres en la vida de un pueblo que caminaba a otro ritmo y donde la iglesia siempre jugó un papel trascendental.

Los domingos, desde temprana hora, la gente subía la cuesta arenosa de Ferrer; los hombres aprovechaban para visitar la cantina o echar la tertulia al «soco» de la ermita. El toque de la campanilla anunciaba el comienzo de la santa misa, con la impuntualidad de Don José , que tal vez había sufrido algún percance en su moto y además se había sentado en el confesionario antes de iniciar la celebración para atender los pecados de sus fieles. Dentro de la ermita siempre el mismo orden: entrando, delante a la derecha las niñas, a la izquierda los niños, detrás las mujeres y al fondo tras la puerta los hombres. La larga homilía de D José solo era interrumpida por el sonido del viento, por algún golpe inoportuno de tos, por el paso del ganado de Manolo López o en aquella ocasión, cuando se cayó el altar al suelo Tras la misa una larga catequesis en la que era fundamental estar, porque D José rifaba un par de entradas para asistir al cine parroquial que se pasaba por las tardes en el casino de Emilio.

San Pedro fue testigo de todos los primeros viernes de mes, del cumplimiento pascual, de los belenes de navidad y de los primeros ranchos de pascua y sobre todo de las novenas del mes de mayo; el altar se cubría con sábanas blancas, largas filas de velas, aquel olor a flor de azucena y aquellas niñas que recitaban los versos que Aurelia les preparaba. Fue a la salida de uno de estos acon¬tecimientos religiosos, en una noche oscura cuando un grupo de feligresas que salían de la iglesia se cayeron dentro de una tierra, tal vez deslumbradas por tanta vela en la iglesia y tanta penumbra en el camino.

Un evento muy significativo, supuso la campaña de la «SANTA MISIÓN», una gran cruz metida en un bidón con una sábana blanca, sobre el camión de Ferrer recorrió todo el pueblo acompañado de los «padres capuchinos» ; el empleo de megáfonos de pilas, los cánticos y las pintadas en algunas casas de «VIVA LA SANTA MISIÓN», constituyó toda una revolución de fervor religioso.

El día San Pedro y San Pablo era el acontecimiento más importante en la vida del pueblo. Desde días antes se albeaba la iglesia, se engalanaba con las banderitas pegadas a los hilos con harina, pitones y bidones llenos de piedra, servían para anunciar que el día se acercaba; abajo en la carretera se preparaba un trecho junto al camino que sube al casino para anunciar que el pueblo estaba en fiestas; un par de ventorrillos con palmas, sobre todo el que se hacía en la era de tío Nicasio, con olor a carne frita, berberechos, sardinas en latas redondas de medio kilo, «agua de Moya», «Baya Baya» y otras bebidas metidas para la ocasión en un bidón con hielo y serrín.

Para sufragar los gastos de las fiestas, antes de que llegara la «municipalización», se recorría casa por casa en busca de algún donativo; veinte duros era la cifra más importante, con ello se afrontaban los gastos ocasionados por la compra de voladores a Basilio el guardia, invitar al grupo folclórico, los dulces para el cura que venía a ayudar a decir la misa concelebrada etc.

Llegado el día, desde temprana hora, era el «furgoncito» de Antonio Luna el que le daba el primer toque festivo a tanto preparativo, la misa y luego la procesión con cambio de itinerarios según las condiciones del viento y lo bondadoso del año. En uno de los años a la vuelta a la ermita con el Santo, éste no se agachó lo suficiente y sufrió un percance en su nariz al pasar por el arco de la puerta. Tras los actos religiosos, la gente se afanaba en llegar a sus casas para atender a sus familiares invitados y compartir la mejor mesa.

Por la tarde, la fiesta contínua en la carretera, carrera de cintas, carrera de sacos, juego de la sartén, juegos de chocolate, carreras de burros, paseo con música. Llegada la noche eran esperados los famosos bailes en el casino de Emilio, días atrás, unos carteles anunciaban estos profanos acontecimientos: «Casino Bellavista de Mácher» «tres grandes bailes tres», «amenizados por la afamada orquesta Lira», «las mesas serán atendidas por un afamado camarero».

En esta celebración de San Pedro 2002 cuando se cumplen los veinte años del estreno de su nueva casa debemos también recordar y efectuar una sana reflexión acerca de las dificultades que supuso el tomar la decisión del lugar elegido para levantar la ermita, de las resistencias habidas entre los vecinos y de las dificultades para sacar adelante el empeño de la realización de la obra.

Mácher, junio de 2002

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