Constituye el asesinato de Leandro Fajardo uno de los acontecimientos más relevantes ocurrido en Tías a finales del XIX, dando mucho que escribir en los periódicos de la época, tanto en las fechas del crimen como en las anteriores y posteriores al juicio.
Luego, tras un siglo de silencio, se reactiva el caso Fajardo con la aparición del libro de Pedro César Quintana, El asesinato de Fajardo. Una visión de la sociedad lanzaroteña durante la Restauración, editado en el 1996. A partir de aquí se suceden artículos de opinión en prensa local y regional hasta que aparecen dos publicaciones en 2004.
Una pertenece a Mercedes Medina y Carmelo Martín, titulada El verdadero asesino de Leandro Fajardo, un capítulo inédito de la Historia de Lanzarote. La otra publicación, escrita por Agustín Millares Cantero, lleva por título El cacique Fajardo asesinado (1896), Banderías a la greña en Lanzarote.
Carmelo Martín Díaz, nieto del asesino, vuelve a publicar un nuevo libro: Leandro Fajardo al desnudo, La verdad sobre el más misterioso asesinato del siglo XIX en Lanzarote. «Ocurrió en la madrugada del domingo 6 de septiembre, día en que se celebrarían elecciones a la Diputación Provincial. Fajardo se presentaba por el bando conservador, años atrás lo había hecho por el bando republicano». «El asesino resultó ser Francisco Díaz Monfort, Frasco, emparentado con la víctima, y que vivía cerca de donde se produjeron los hechos, en El Pavón, junto a la carretera general. Fajardo había desarrollado varios oficios: abogado, registrador, director del periódico El Horizonte. Como político había comenzado su trayectoria en el partido republicano, pero en 1896 se presentaba en el bando conservador, junto a Velázquez, de Fuerteventura, las encuestas le daban ganadores».
El móvil de Francisco Díaz Monfort, casado con la prima de Leandro, Lucinda Fajardo Bermúdez, se aleja de las tesis políticas, según Millares y el propio Carmelo Martín. Los Fajardo era una dinastía de la burguesía conejera y en el estudio de este suceso se concentran diversas claves como las características de las dos familias Díaz Monfort, sus estudios y Pedro Fajardo, deudas de Cipriana, alcalde y recaudador, registrador, político, inspector, periodista, los préstamos, los pactos de retro, bodas de conveniencia, los Lara, herencias, testamentos, etc.
Para la defensa de Frasco Díaz, la familia designa al prestigioso abogado de las Palmas Tomás G. Guerra, pero éste es objeto de amenazas a través del reparto de octavillas y desiste de la defensa a favor del abogado Santiago Pineda, quien era la primera vez que se ponía la toga. El jurado condena a Frasco a morir a «garrote sobre tablado», y para ello trasladan al reo a Lanzarote desde la prisión de Las Palmas en agosto de 1899. La mediación de Fernando León y Castillo ante la Reina Regente evita su muerte y se le condena a prisión a cadena perpetua. Finalmente, Frasco fallece en Ceuta en 1910, a consecuencia de emanaciones de gases tóxicos, según el Diario de Las Palmas de la época. Sobre el asesinato de Fajardo ve la luz otra publicación, Las cartas boca arriba, de Carmelo Martín, donde definitivamente trata de desvelar el verdadero móvil del asesinato.