Fuente: Los secretos de la vida. «Doce miradas sobre la historia de Tías». Textos. Concha de Ganzo
La sonrisa delicada
Sonríe con esa risa franca, amplia, que contagia. Sonríe a pesar de todo. De haber pasado tanto. Ángela Pérez es de esas mujeres singulares con las que se puede pasar una tarde entera o más hablando de cualquier cosa.
Con Ángela Pérez siempre se aprende y al final sonríes a la vida y lo vivido. Lo cuenta todo de una manera tranquila, sosegada. Cuenta por ejemplo cómo aprendió a coser, y a plantar tomates, colocando piedras encima de la mata, y después recogiendo el fruto, empaquetando. Sin horarios, sin reloj. Antes el amanecer marcaba el paso, una breve tregua para comer algo, poco, y seguir caminando a pasos lentos. Tratando de esquivar obstáculos algunos tan altos como montañas o tan profundos como fosos negros.
Ángela menciona mucho a su madre: Guillermina Fernández. Esa mujer que no sabía leer ni escribir pero que era capaz de explicar el mundo, y sus secretos. Una vez contó que durante un tiempo tuvo que usar gafas, y en una de esas, se le rompió la patilla, y jamás volvió a utilizarlas. Se había curado. Eso dijo, y así fue.
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