Fuente:
Archivo de: Óscar Torres Perdomo y Jesús Perdomo Ramírez
Pregón de las Fiestas de San José Obrero
La Aasomada 2015
Por: Pablo Hernández González
La verdad es que cuando me llamaron de la Comisión de Fiestas para que fuera el pregonero este año de las fiestas de La Asomada me dije: ¡ Pero si yo lo único que sé es cantar y hacer las letras de las canciones!. Así que acepté este honor de ser el pregonero de las fiestas del pueblo donde nací. Pero haré un pregón casi cantando…
Esta noche nos acompañan mucha gente en este Centro Socio Cultural que no se acuerdan cómo era el pueblo hace varias décadas, aún no habían nacido. Pero quienes ya peinamos algunas canas nos acordamos mucho de aquellos años cuando éramos niños y no había casi de nada.
Por eso quiero recordar en esta parte cómo era la vida en aquellos años del pasado siglo XX en esta parte del municipio de Tías. Quiero contar a la gente joven cómo eran los tiempos de antes en el campo, en nuestra tierra. Allá en los años 40, 50 y también los 60, en esta pueblo de vivía gracias al trabajo de todos en la familia. Cuando salíamos del colegio, siendo aún unos chinijos, te ibas directo al campo, o a otras cosas. Además de estudiar había que trabajar para ayudar a la familia a salir adelante.
Recuerdo que, a veces, estando yo en el campo, mi tío Antonio Hernández, que era conocido en la Isla por tener el Cine Hollywood en Arrecife, se quedaba mirando para mi y me decía: el trabajo de un niño es poco, pero el que lo desprecia está loco.
Ya ven que desde pequeño se me quedaban las coplas o pequeñas estrofas que más adelante me venían muy bien para componer mis canciones, una pasión que llevo siendo desde que era un adolescente.
Uno de los recuerdos que mantengo de las fiestas de aquella época era la matanza del cochino. Casi en todas en las familias se criaba un cochino y más o menos cada año y medio se hacía como una fiesta, se reunían las familias para la matanza. Ese día venían temprano para después preparar la carne y ponerla en sal.
Se le echaba la sal a la carne y el tocino. Se metían en una barrica o en una cuarterona, y con eso tenían carne para los domingos o días de fiestas hacer pucheros. Recuerdo ver a mi padre poniendo la carne en remojo como se sigue haciendo hoy con el pescado salado. Cuando la sacaba del puchero la partía para ponernos un trocito en cada plato. Nosotros nos comíamos primero todo lo demás y la carne la dejábamos para el final. Eso era un manjar.
El que mataba los cochinos en el pueblo era mi tío Antonio Hernández, que era un experto en eso. Porque antes la sangre del cochino se secaba para hacer morcillas y las preparaban las mujeres. Limpiaban las tripas del cochino con muchas mañas, las dejaban como oro en paño y después las rellenaban con la pasta que hacían para eso . Yo me acuerdo que mi tío Antonio Hernández casi siempre cuando estábamos en familia me llamaba ami para que mantuviera la palangana para sacar la sangre del cochino.
Ya desde entonces eran fiestas familiares. Con lo que quedaba se hacía un compuesto. En aquellos años era todo un lujo. Después de comer todo el mundo nos poníamos a jugar a las partidas de las barajas, a las bolas o hacíamos otras cosas hasta que terminaba el día.
Ahora, las fiestas son diferentes y se hace otras cosas. La vida de antes giraba en torno al campo.
Hoy apenas la gente joven se dedica al campo, ellos dicen que eso es cosa de mayores. Pero tenemos que recordar que antaño en las familias todas trabajábamos. Fuéramos chicos o grandes. Había que apencar. Por eso en aquellos años veríamos los campos sembrados y plantados, la gente trabajando con los burros o con los camellos, arando, rastrillando o cargados con los productos del campo.
Cuando se estaba barbechando o haciendo cualquier otro trabajo en el campo siempre se escuchaba a alguien cantando una isa. O a veces una folía o una polca. Y todo el mundo pendiente para ver su lo hacía bien.
Yo ya me aficioné a las canciones y a componer. Recordarán quienes hemos vivido o nacido en La Asomada estos nombres que voy a recitar:
Son montañas de mi pueblo,
Montañas de mi sentir,
Que yo llevaré conmigo
Hasta después de morir
Son Gaida con Tinasoria,
Guardilama y La Asomada
Y abrazadas por las cuatro
se encuentra la más mimada
Que se llama la Caldereta,
y también La Montañeta.
Ya ven, está claro que prefiero cantar antes que hablar. Les seguiré contando anécdotas.
Antes cuando no llovía o la cosecha se daba mal mucha gente del campo se iba a la costa a trabajar como marineros. Se enrolaban en los barcos para ir a la costa de ahí enfrente, en África. Mucha gente se embarcaba para ganarse un sustento, se pasaban seis o nueve meses pescando para sacar algún dinero para su familia.
Éramos unos privilegiados quienes podíamos embarcarnos. Teníamos para comer gofio y pejnes, o legumbres para hacer un caldo de pescado o un puchero. A veces se mataba un cochino y había carne por unos días. No era como hoy, que lo tenemos todo y lloran porque no tienen nada. Así está el mundo.
Yo trabajaba en el campo desde que me salió el pelo, con solo 16 años me fui a trabajar al extranjero con mi amigo Pablo Reyes. Con este buen amigo tuve muchas andanzas por el mundo.
Recuerdo que nos fuimos a Bélgica y en la pensión de la Mami como se conocía, conseguimos trabajo en un petrolero noruego donde dimos la vuelta a la Tierra unas cuentas veces. Ya desde estonces me gustaba lanzarme al Mundo.
Fue una época esa en la que estuve dos años trabajando día y noche para arreglar un poco nuestras vidas, sin ver a mi familia, a mis amigos y a mi tierra Lanzarote que añoraba y la llevaba, como la sigo llevando, en el corazón.
En esa época de los viajes por el Mundo siempre me acompañó el timple y la guitarra. Así seguía practicando nuestra música, para que no se nos olvidara nuestra cultura y tradición. En aquella época del petrolero teníamos poca experiencia como músicos pero le daba a las cuerdas…
En el barco petrolero, cuando nos poníamos a tocar la música de nuestra tierra, todos los compañeros de trabajo se ponían a escuchar. Así nosotros gozábamos y lo pasábamos muy bien.
Después de dos años cuando regresábamos a casa, recuerdo la alegría que sentía cunado veníamos de Las Palmas en un barco y desde el mar, ya cruzando la Bocaina, se veía los paisajes de La Asomada. Mi pueblo, que bonitos esos momentos y recuerdos.
Yo creo que siempre he llevado la música y la poesía de las canciones en mi interior. Cuando subíamos desde arrecife hacia La Asomada, al salir de Tías, y ver estas montañas de nuestro pueblo, esas casitas humildes, parece que estaba volando. Tenía una sensación de felicidad.
Compartirán conmigo, quienes tenemos ya muchos años, que estas historias se ven bonitas cuando pasa el tiempo. Es la añoranza de mirar hacia atrás y te das cuenta que la experiencia de la vida te dan esas andanzas. A veces recuerda que fueron unos años con tristeza cuando te veías solito y joven andando por el Mundo.
En este pregón que estoy esta noche compartiendo con todos ustedes, que está lleno de vivencias y recuerdos, quiero nombra a dos personas que siempre me han tratado con mucho cariño. Son mis tíos Carlos Hernández y Carmen. De manera especial recuerdo a mi tío Carlos que desde que yo era un niño muy pequeño, y hasta después de ser un adulto, siempre estuvo pendiente de mí. Son muchas atenciones conmigo, que siempre las llevo en mi memoria. Muchas gracias Carmen y Carlos por ese gran cariño que me dieron.
En este pueblo de La Asomada, en la época de nuestra niñez y nuestra juventud, teníamos mucha gente joven porque como no había televisión ni televisores, ni radio, nuestras madres y padres se entretenían fabricando muchachos o muchachas.
Hacían niños a montones. Si fuera una fábrica, creo en La Asomada existía entonces la que más producía. Fíjanse que en este pueblo eran poquitas las familias y teníamos cuatro matrimonios y familias que entre ellos tenían casi todo el pueblo. Esas cuatro familias tenían 51 hijos.
La familia número uno era la de Mateos Betancort y doña Andrea Ramos., que tenían quince hijos. Mateo era una persona muy importante y querida en el pueblo. Era el carpintero y también era como el practicante del pueblo. Siempre andaba con la bicicleta poniendo inyecciones en La Asomada, en Conil, en Mácher y a veces en Uga.
Después, recordarán muchos de los presentes aquí, que se compró una moto. Mateo decía que estaba cansado de tanta bici. Cuando alguien tenía que hacerse una cura de una herida u otras cosas, ahí estaba siempre Mateo. Hasta el hacía el cajón cuando alguien se moría. Era una persona que siempre estaba pendiente de toda la gente de este pueblo.
Me viene a la memoria, en este repaso que estoy compartiendo por tantos años de vivencia con la gente de este pueblo, la vida de Juan Martín. Todos los conocíamos como Juan El Sordo.
Cuando Juan era un muchacho lo llevaron los marineros de La Tiñosa para que les cuidara los tendederos de sardina para que las gaviotas no se las comieran. Los marineros salían a pescar por la mañana y regresaban al mediodía. Veían un montón de gaviotas a su regreso a Puerto sobre el secadero y le preguntaban a Juan: ¡Pero Juan tú no ves las gaviotas comiéndose las sardinas! Ante esto Juan Martín le respondía… Bueno … desde esta mañana estaba así.
Una vez estaba Juan delante de la cantina de Bartolo y llegó Ricardo González y le dijo: ¿Juan quién te ha dado a ti permiso para coger hierba allá abajo en Temuime, que viniste con el burro cargado? Ante esto Juan contestó:… ¿ Y aquella hierba es tuya?.
Ricardo muy cabrero le dijo : Esa hierba es mía y tú me la robaste. Juan le volvió a preguntar: ¿ Pero esa tierra es tuya?. Ricardo contestó: la tierra es de Manolita Medina pero la hago yo a medias y esa hierba que tú cogiste es mía.
Ante esta respuesta, Juan le sentencia:..Bueno, si yo sé que esa hierba es tuya yo hubiera cogido más”.
Según me dicen, allá en el año 1971 se celebró en La Asomada la primera verbena de las fiestas en Honor a San José Obrero. Ese año nos reunimos todos los jóvenes para hacer un baile de timple y guitarra.
Yo tenía 26 años y se les ocurre a los amigos del pueblo nombrarme a mi presidente de la Comisión de Fiestas de ese año. Yo les decía que no estaba preparado para eso, y ellos me decían que sí. Que fuera yo el presidente. Ante tanta insistencia le dije que sí pero que no quería una verbena de perra gorda, que teníamos que contratar a la mejor orquesta que había en Lanzarote.
Ellos me decían que eso era muy caro, que si salía mal como íbamos a pagarles. Les dije que poníamos un dinerito cada uno, y si las cosas salían mal con eso pagábamos la orquesta. Pero si salía bien y ganábamos un dinero lo cogíamos para seguir haciendo la iglesia, que solo tenía las paredes de fuera. Entonces me dijeron que sí, que eso si estaba bien.
Hablamos entonces con Segundo Bonilla para que nos dejara hacer el baile en el almacén que tenía al lado de la Punta el Pérez, pero estuvimos mirando y vimos que allá no se podía hacer. Después le dijimos a Segundo si podíamos hacer una pista de baile delante del almacén, y nos dio su conformidad y aceptación.
Pues no vean ustedes que momentos tan bonitos viendo a todo el pueblo trabajando con ilusión para hacer la pista de baile. Los mayores con los furgones cargando la grava de Montaña Negra, y los jóvenes todos trabajando. Unos cargando con los furgones y otros haciendo la pista. En cuatro horas estaba terminada.
Luego todos los vecinos cortando palmeras para forrar todo el solar y para hacer el ventorrillo, que el dinero que se ganaba eran también para la Iglesia. Cortaron algunas palmeras sin pedir permiso al dueño. Cuando estaban con los furgones cargando las palmeras fueron a cargar las de mi tío Pepe Camacho y cuando ya estaban subiéndolas salió mi tío que estaba escondido en un pencón de tuneras y les dijo: “ Oigan, ahora cualo, Camacho no ha muerto”. ¿Por qué no le pidieron permiso para cortar las palmeras?
Cuando se empezó la verbena nosotros les decíamos a los hombres mayores que ellos no pagaban y nos dijeron todos que no. Que ellos sí pagaban, que ese dinero era para hacer la iglesia y así era la gente. Todo el mundo, jóvenes y mayores, colaborando a tope. Cobn mucha ilusión. Ese año las fiestas fue un éxito muy grande, los coches no cabían en el pueblo, vino gente de media isla a esa primera verbena.
Se terminó la fiesta y todo el mundo diciendo que la verbena fue un éxito. El martes nos reunimos en la Escuela con el cura, yo intenté devolver el dinero que pusimos entre todos para garantía por si acaso fallara o salieran mal las cosas. Pero todos decidimos hacer lo mismo, ese dinero que habíamos aportado se quedó en el fondo común para la iglesia. En fin entregamos la al cura setenta y tres mil pesetas, hoy menos de 440 euros, pero en aquella época era un montón de dinero. Y con esa recaudación y otros dineros que se hicieron en otras dos fiestas de los años siguientes se quedó la iglesia casi terminada.
Esta noche, en este pregón, me gustaría nombrar a Ramón Robaina. Fue uno de los puntales en todas las fiestas que hicimos en La Asomada. Recuerdo cuando la gente mayor se sentaba en la acera delante de la cantina de Mario Hernández, y él se pasaba por detrás de ellos haciéndole perrerías, tumbándoles el sombrero o tirándoles de los pelos y muchas cosas más, y se ponían los viejos muy, muy cabreados. Luego Ramón tuvo un accidente y murió a través de un accidente. Fui al velatorio y me pareció muy raro ver a todos los viejos que se sentaban en la acera a los que Ramón les hacía tanta perrería. Todos juntos lloramos en ese velatorio. Todos íbamos a añorar desde ese momento de pérdida de las perrerías que les hacía Ramón.
Para terminar este pregón les voy a recitar una de mis canciones. Les decía al principio que lo mío es escribir canciones. Y qué mejor cierre en este día donde arrancas las fiestas patronales de san José Obrero que dedicar una tema a La Asomada, el pueblo que me vio nacer.
La Asomada siempre fuiste
Tierra noble, tierra humilde
Tierra de gofio y pejines
De alpargatas bujeradas
Y Pantalón remendado
Pero que alegre se andaba
Por veredas pedregosas
Nunca nos faltaba nada
No como se vive ahora
Que aunque lo tenemos todo
Siempre nos faltan mil cosas
Pero lo que nunca falta
Es ver paisajes hermosos
Que son los mismos de antes
Antes había otras cosas
Los campos bien atendidos
Cuando daban las cosecha
Eran un jardín encendido
Con esos colores verdes
Si un año no se sembraban
Siempre estaban florecidos
Gente humilde y cariñosa
Que siempre tuvo esta tierra
Cuando te faltaba algo
Siempre venía el vecino
Para calmarnos el hambre
O para traernos ropa
Y calmar nuestros delirios
Que recuerdos tan bonitos
Esos momentos vividos
Que aunque se pasen cien años
Nunca, nunca se queda en el olvido
Felices Fiestas de La Asomada 2015 Qué Viva San José Obrero
Muchas gracias