La pedrera y los prolegómenos de la guerra civil

Publicado: 1 julio, 2021 en José Umpiérrez Viña, Poesía

Fuente: Amor y Confraternidad
Juan Cruz Sepúlved
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A la vuelta al trabajo, instaurada la República, le nombran delegado sindical de los trabajadores de la pedrera que abastece y construye el Muelle Sur, fija su residencia en el barranco del Bufadero. Su vida de galán y de romántico de la noche la sigue practicando con un alto nivel de experiencia, con algún tropezón con los guardias de asalto por copas y juegos de cartas. Se autolesiona para no ir a la huelga, pero se deja ver y participa en las manifestaciones y se lleva algún porrazo de la guardia civil. «La huelga convocada por Sindical Obrera termina el 20 de junio del 36…». Cuando Franco llega a la Capitanía de Canarias, el 12 marzo del 36, nuestro «Trotamundos» advierte y describe que «el ambiente en la calle se había agitado por la militancia del frente Popular, algunas pintadas por Santa Cruz, desde la Península llegaban noticias abrumadoras, mientras, Franco conspiraba y se atrevió a sacar las tropas el primero de mayo en La Orotava y en el Puerto de la Cruz y se va a Las Palmas el 16 de julio de manera inesperada a una entrevista con el General Balmes, jefe de las tropas de las islas ¿Quién lo mató…?».

El 20 de julio son despedidos todos los trabajadores que participaron en la huelga y, para redondear desdichas, tuvieron que abandonar la casa que ocupaban y meterse debajo de un puente en unas destartaladas habitaciones y hubo de correr por el barranco arriba, ante una de las primeras batidas que hacían los falangistas. A nuestro joven romántico y héroe aventurero se le complica la vida y se vuelve a alistar con el empleo de cabo en Zapadores a finales del año 1936 con la guerra Civil iniciada. «Día 25 de agosto de 1937, salimos toda la expedición rumbo al Muelle de Santa Catalina, donde ya teníamos anclado al Marqués de Comillas, viejo barco de 14 mil toneladas. Los primeros que subieron a bordo fueron los mulos, las piezas de artillería, morteros, por último, subimos los soldados (…) éramos unos 4.000 (…) tardamos unas 50 horas en arribar al Puerto de Cádiz».

Desde Cádiz les suben a un tren de carga con parada en Santa María de las Nieves, provincia de Segovia, «pueblo de humildes agricultores y bellas mujeres (…)», siguiente estación Zaragoza, «allí nos trasladaron al barrio de Las Delicias, aprovechando el primer permiso, con dos pesetas y media, en una plaza le susurré a una moza y la invité a comprar dos bocadillos y un melón, paseo en barco, cruzar el Ebro, pero este galán canario, de vuelta al cuartel estrena su primer arresto y a limpiar perolas». A los pocos días de estancia en Zaragoza les ordenan con urgencia salir para el Frente en Jaca y allí recibe su bautizo de fuego «ver mulos que conducían a mutilados a los hospitales de campaña, me dije: ¡ojo Valiente! que esto no son peleas callejeras» y de allí a fortificar el frente de Teruel. Pepe describe la morfología del terreno de todas las ciudades y pueblos conquistados…, las historias del cuartel, el campo de batalla, las comidas, las sopas de ajo, historias de cabaret: «lo que está a la vista no necesita ser mirado con catalejos de aumento».

Finalizada la contienda, José Umpiérrez regresa a Canarias e intenta en los años cuarenta conseguir trabajo en aquellos difíciles momentos de posguerra, muchas dificultades debió de encontrar para tomar la determinación de volver a la Península muy a pesar de las invitaciones que le hacia su cuñado Pedro Saavedra, que por aquel entonces trabajaba como marinero en el San Miguel, pequeño barco de cabotaje que operaba entre las islas en aquellos tiempos, de ese momento data una de sus tantas frases célebres: «¡Cas Hombre! Habiendo barcos como castillos voy a ir yo para Lanzarote en un cascarón de nuez».

Se fue para Barcelona, se sabe que encontró trabajo en las obras del entorno del aeropuerto del Prat por un corto tiempo, luego inicia una etapa de extravagancia y de bohemio sin un objetivo definido. Solo quería conocer la Península al estraperlo, trabajos esporádicos con un teniente que había conocido en el frente. Con un cura utilizó todo tipo de transportes, escondido en la carga de los camiones, le daba igual al lugar que le condujese, entablaba amistad fácilmente. En otra ocasión, tomó un tren cargado de naranjas, al ser descubierto por la guardia civil les dijo que andaba buscando trabajo, pero le siguen sucediendo contratiempos. Es una etapa cargada de aprendizaje, de aventuras en su afán por conocer lo desconocido; este periodo de su vida no le dio tiempo de transcribirlo en sus Memorias de un Trotamundos, pero dejó constancia oral de sus correrías. Debió de ser una etapa opaca de posguerra, cargada de dificultades económicas, que obliga a que su madre le envíe dineros para pagar alguna sanción callejera e incluso el pasaje de vuelta a Lanzarote.

Cual hijo descarriado, regresa a Lanzarote a su Mesón natal, a la casa de su familia a finales de los años cincuenta. Aceptando los consejos de su abuela y de su madre, reanuda su etapa de albañil con obras por encargo de agricultores y pescadores en La Tiñosa. Aquí, en este pueblo sería donde más tiempo invirtió, «cada año se ampliaba un cuarto nuevo para el hábitat», participó en todas las obras nuevas en Los Afrechos, construidas en cantos y después en bloques. Participó en la construcción de la Iglesia, obras de Rafael Cabrera, tienda de Eufrasia y la construcción del Bar Tres Copas y el de Perico Rodríguez, justo al lado, en la calle Bajamar, uno de los primeros orientados al turismo. Todas las obras realizadas en La Tiñosa las remataba con callaos de la playa (creador de la marca) y formó a un gran contingente de buenos albañiles que aprendieron de maestro Pepe. Fue el primer albañil en intervenir en la Cueva de doña Juana, construyó el «Merendero Las Playas» frente a la playa Chica, propiedad de Juan Viera. Trabajó, incluso, en la obra del Hotel Los Fariones, en sus inicios. El trabajo en la Cueva y su amistad con José Juárez Guerrero le van a abrir una de las etapas más interesantes de su vida en La Graciosa.

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